Military Review Edición Hispanoamericana Revista Profesional del Ejército de Estados Unidos

 

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Segundo Trimestre 2023

Historia en medio de la acción

Cómo un grupo de historiadores de combate del Ejército de EUA ayudó a preservar la perspectiva de los soldados en Europa durante la Segunda Guerra Mundial

Carson Teuscher

 

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Órdenes especiales para el historiador de la Segunda Guerra Mundial Forrest C. Pogue

«¿Cómo afectaron las experiencias de estas entrevistas, y de ser un historiador en el terreno, su comprensión de la guerra?», ella preguntó.

«Creo que nunca sentí realmente, como historiador de combate, que estaba haciendo una gran contribución a la historia de la guerra», recuerda [Pogue]. «Podía ver tan poco de ella. Todo lo que contribuía era un epílogo, o algo así. Pero como historiador estaba aprendiendo muchas cosas que podría incluir en cualquier cosa que escribiera en el futuro».

—Forrest C. Pogue y Holly C. Schulman, «Forrest C. Pogue and the Birth of Public History in the Army»

 

Alas 8 de la mañana del 7 de junio de 1944, la niebla y el humo se disiparon lo suficiente como para que Forrest C. Pogue pudiera ver la playa de Omaha desde la cubierta de un buque de guerra estadounidense. Llegó un día tarde; la mañana anterior, los soldados aliados asaltaron las playas de Normandía bajo el fuego enemigo en uno de los momentos decisivos de la guerra. Los soldados estadounidenses a bordo del buque con Pogue intentaron ver la acción que se desarrollaba en la costa. Pogue, despierto desde las 4 de la mañana, recordaba haber llenado su bolsa de vómito dos veces mientras el barco se mecía en las olas. Al escuchar la despedida matutina del capitán, Pogue observó cómo los soldados que desembarcaban bajaban por las redes a las lanchas de desembarco. Más tarde recordó su comportamiento frío y tranquilo. Sin mostrar «ningún reparo especial, ninguna bravuconada», todos sabían que su bautismo de fuego llegaría tan pronto como entraran en las colinas que dominaban la cabeza de playa1.

Forrest C. Pogue

En lugar de asaltar las playas con tropas anfibias, Pogue y varios otros permanecieron a bordo como espectadores, presenciando el caos más allá de la cabeza de playa. Como historiador de combate del Ejército de EUA, la guerra de Pogue comenzó oficialmente esa noche cuando el personal médico llevó a los soldados muertos y heridos de vuelta al barco. Con un pequeño cuaderno para anotar las respuestas a sus preguntas, Pogue trató de llegar a la verdadera historia del Día D2.

Empezó preguntando a dos soldados heridos qué había pasado en la playa. Uno de ellos se quejó de haber pasado «por un infierno con los francotiradores»; otro maldijo su suerte por haber desembarcado en la playa equivocada. Le habían disparado en la mano al subirse a un árbol para obtener una mejor vista del campo de batalla3. Pogue garabateó unas líneas en su cuaderno y continuó entrevistando a los hombres a medida que iban subiendo a bordo.

El día siguiente bajó a tierra. Desde el 8 de junio de 1944 hasta el Día V-E [Victoria en Europa], recorrió las líneas del frente, compartió trincheras con los soldados, entrevistó a hombres y oficiales y registró la guerra desde su perspectiva. El trabajo de Pogue —y el de muchos historiadores de combate como él repartidos por todos los grandes teatros de operaciones— supuso un avance radical en los asuntos militares estadounidenses. Nunca el Ejército de EUA había empleado a historiadores de combate para registrar las experiencias de primera mano de las unidades de infantería en primera línea de combate.

De este proceso, Pogue recordó: «No creo que a ninguna de las personas con las que trabajaba se le ocurriera... [que] estábamos haciendo uso de un nuevo tipo de historia»4. Con su conjunto de material de fuentes primarias, después de la guerra las fuerzas armadas encargaron una innovadora serie de «relatos operacionales narrativos», «historias de teatro y campaña», «historias administrativas» y una «historia popular general» de la participación del Ejército en la lucha mundial5. Kent Roberts Greenfield, historiador jefe del Ejército después de la guerra, calificó esta iniciativa histórica oficial del Ejército como «el esfuerzo más ambicioso en la compilación de historia contemporánea... emprendido en nuestro tiempo», un verdadero «esfuerzo pionero para escribir historia militar oficial6.

La iniciativa del Ejército de la posguerra de producir su propia historia supuso, sin duda, un cambio radical respecto a las antiguas formas de escribir historia oficial del Ejército. Desde la Guerra Civil, la mayoría de los historiadores del Ejército se habían dedicado principalmente a preservar, recopilar y publicar compendios de documentos militares oficiales. Los oficiales militares que se adentraban en el terreno de la escritura histórica narrativa eran criticados a menudo por perpetuar los prejuicios institucionales, glorificar la violencia e ignorar el costo humano de la guerra7.

Entre 1890 y 1914, los académicos civiles del recién profesionalizado campo de la historia militar sintieron cada vez más que el exceso de «historias militares estrechamente especializadas» eclipsaba las experiencias vividas por los soldados en el campo de batalla8. Clamando por un acceso ilimitado a los documentos militares del Ejército, ya en 1912 la Asociación Histórica Americana y el Departamento de Guerra de EUA intentaron desarrollar un «programa progresivo de historia coordinada» para «encender un espíritu vital de profesionalidad entre sus oficiales y elevar el estudio de la guerra a un nivel intelectual consistente con otras profesiones eruditas de la sociedad estadounidense»9. Sin embargo, este intento de cooperación histórica entre civiles y militares no dio frutos debido a la falta de fondos y de personal y al escaso atractivo popular.

Sin embargo, aunque el esfuerzo se tambaleó, no fracasó. Durante la Segunda Guerra Mundial, el Ejército respondió enfáticamente a la orden ejecutiva del presidente Franklin D. Roosevelt de 1942 para que todos los departamentos civiles y militares preservaran «un relato exacto y objetivo» de la guerra para las generaciones futuras10. Al final de la guerra, los historiadores de combate del Ejército —muchos de ellos académicos civiles antes del conflicto— habían recorrido los campos de batalla de todos los teatros de operaciones, recopilando 17 120 toneladas de registros, un gran tesoro que teóricamente llenaría 188 millas de archivadores apilados de punta a punta11. Después de la guerra, muchos de estos historiadores de combate se dedicaron a la producción durante décadas de la serie El Ejército de EUA en la Segunda Guerra Mundial, un relato en setenta y ocho volúmenes sobre la participación de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, más conocido como los «Libros Verdes».

En este artículo se remonta brevemente al reclutamiento, entrenamiento y trabajo de campo realizado por historiadores como Pogue que, ejerciendo su oficio en el teatro de operaciones europeo durante la Segunda Guerra Mundial, ayudaron a sentar las bases para «la mayor iniciativa de trabajo histórico narrativo que la nación estadounidense haya conocido jamás»12. El coronel William Ganoe, jefe de la Sección Histórica, G-3, teatro de operaciones europeo, reiteró este punto durante la guerra: «Nos resulta difícil darnos cuenta de que este Cuartel General está haciendo historia vital cada día», escribió. «Con el esfuerzo consciente de no exagerar la importancia de la Sección encargada de registrar esa historia, queda claro, sin embargo, que la concepción de investigar y redactar la historia del ETO [Teatro Europeo de Operaciones] de forma contemporánea a los acontecimientos que ocurren es probablemente uno de los avances más señalados en la compilación de historia de Estados Unidos»13.

Una pequeña colección de libros de los setenta y ocho tomos del U.S. Army in World War II

Colectivamente, los historiadores del Ejército de EUA como Pogue redefinieron la historia oficial haciendo hincapié en la objetividad histórica e incluyendo testimonios sobre el terreno para preservar el lado humano de la guerra. Su conjunto de entrevistas de combate en tiempos de guerra y las novedosas técnicas metodológicas que emplearon para recopilarlas y analizarlas apuntalaron el esfuerzo de posguerra del Ejército por preservar su historia, superando en gran medida la inaccesibilidad y los sesgos institucionales que plagaban las historias militares oficiales antes de la guerra.

Acabando en este trabajo por suerte: El reclutamiento de historiadores de combate del Ejército de EUA

La iniciativa de Roosevelt de marzo de 1942 puso en marcha una expansión sin precedentes de los programas de historia militar dentro del Ejército de EUA. En junio de 1942, varias instituciones del Departamento de Guerra ya habían convocado a personas para que sirvieran como oficiales históricos dentro de las diversas agencias de la organización. Los comandantes generales de las fuerzas terrestres del Ejército, de las fuerzas aéreas del Ejército y de los servicios de logística siguieron su ejemplo, llamando a oficiales históricos para que sirvieran en cada uno de los cuarteles generales de sus instituciones. Durante este período inicial, pocos sabían qué forma de historia quería el gobierno federal que se escribiera, o qué tipo de actividades emprenderían estos funcionarios. A pesar de la orden de preservar una narración objetiva del desarrollo de cada agencia en tiempos de guerra, la falta de precedentes, las asignaciones de personal poco claras y la escasez de personal cualificado estuvieron a punto de acabar con la operación antes de que comenzara14.

El teniente coronel S. L. A. Marshall, historiador jefe de combate del Ejército de EUA

En este clima, fue un milagro que algunos individuos acabaran en la Sección Histórica del Ejército de EUA. En la primavera de 1943, un joven soldado raso llamado Kenneth Hechler, que se estaba entrenando para convertirse en jefe de tanque en Fort Knox, Kentucky, fue llamado por el general de brigada Stephen G. Henry. El oficial al mando condujo a Hechler a una sala y comenzó a discutir una autobiografía obligatoria de «intereses y experiencias» que Hechler había escrito y presentado antes de su llegada a la base. Después de haber recibido una amonestación por haber sido sorprendido una noche repasando su tarea con una linterna bajo las sábanas, el joven soldado temía que hubiera más problemas. Al recordar la conversación después de la guerra, recordó cómo su oficial superior lo sorprendió, calificando su «autobiografía de lo más notable. No creo que debas ser jefe de tanque», dijo. «Pienso que deberíamos asignarte a algo un poco más útil en el Ejército»15.

Hechler lo saludó agradecido. Antes de alistarse en el Ejército como soldado raso, había obtenido su doctorado en la Universidad de Columbia, trabajando estrechamente con renombrados historiadores como Allan Nevins, cuyo propio trabajo pionero de entreguerras ha sido valorado como la génesis del moderno movimiento académico de la historia oral. Como estudiante de posgrado antes de la guerra, Hechler adquirió una gran experiencia. Impartió cursos, trabajó en la Oficina de Presupuestos del gobierno federal, e incluso trabajó como asistente de investigación del escritor de discursos de Roosevelt, el juez Sam Rosenman. Está claro que Hechler estaba más que cualificado para trabajar en la incipiente Sección Histórica del Ejército16.

Al igual que Hechler, había otros integrantes dispersos por el Ejército con antecedentes adecuados. Pogue —el futuro biógrafo de George C. Marshall, que recibió la Estrella de Bronce y la Croix de Guerre francesa por sus entrevistas en el frente— fue sacado de la relativa oscuridad como soldado raso de infantería después de que un estudiante al que había enseñado antes de la guerra en la Murray State University que trabajaba en una oficina del Ejército lo reconociera y recomendara para el servicio17. S. L. A. Marshall, veterano de la Primera Guerra Mundial y «periodista de viejo cuño» del Detroit News, fue contratado inicialmente cuando la prosa y el estilo de su informe de 1942 sobre el Asalto a Tokio impresionaron a los miembros de la Sección Histórica del Ejército. Posteriormente, Marshall fue pionero en las técnicas de entrevista en primera línea empleadas por los oficiales históricos en todos los teatros18.

Algunos hombres simplemente se reclutaron a sí mismos. El mayor Jesse S. Douglas, un historiador militar que trabajaba en la sección de gestión de registros de la Oficina del Ayudante General, solicitó su propio traslado cuando llegó a su mesa una directiva de agosto de 1943 que ampliaba el alcance de la Sección Histórica. Al igual que Douglas, Israel Wice, descrito posteriormente como una «perla de gran valor» en la Sección Histórica, solicitó su propio traslado cuando vio la misma directiva19. Una «red de viejos amigos» que funcionaba entre bastidores se valía a menudo de conexiones académicas previas para seleccionar a los académicos en tiempos de paz de entre las filas movilizadas. Otros, como Roland Ruppenthal, que se presentó a la Sección Histórica, no tuvieron noticias durante varios meses, para ser admitidos casi un año después. Nunca se enteró de si fue seleccionado por sus propios contactos o por los engranajes de la burocracia militar20.

Estos hombres, junto con la mayoría de los que llegaron a la Sección Histórica, «trajeron consigo los estándares profesionales académicos de la erudición»21. En los puestos de liderazgo había hombres que habían enseñado Historia y Literatura en Harvard, Williams College, Johns Hopkins University, West Point y Columbia, entre otros22. Trabajaban para ellos hombres que iban desde doctores de la Ivy League hasta el profesor de inglés afroamericano y oficial del Ejército Ulysses Grant Lee Jr. que más tarde escribiría la historia definitiva de las contribuciones militares afroamericanas en tiempos de guerra23.

Su formación académica reforzaba el compromiso con la objetividad rigurosa, una norma profesional que la incipiente Sección Histórica adoptó. Como comentó Pogue más tarde, «los comandantes de campo nos apoyaron cuando adoptamos el punto de vista de que no escribíamos la historia con el propósito de retratar al Ejército como una organización totalmente perfecta»24. Estaban decididos a mantener la honestidad de la historia oficial. El proceso de contratación supuso una inyección crítica de «energía, nuevos enfoques... innovación y determinación» en una sección histórica que al principio sufría de objetivos vagos y luchas burocráticas internas25. Llegando a sus posiciones mediante diferentes caminos, el reclutamiento de estos historiadores, en palabras del historiador oficial Stetson Conn, dio lugar a una «cooperación honesta entre dos grupos profesionales, los oficiales profesionales del Ejército y los historiadores profesionales de la nación, cada uno reconociendo y respetando las necesidades e intereses del Ejército»26.

Entrenamiento para el campo

Incluso en los meses anteriores a la creación de la Sección Histórica, muchos historiadores de combate obtuvieron muchos conocimientos sobre la organización del Ejército en el entrenamiento básico. Durante su primer año de entrenamiento como soldado raso, Pogue acudía con frecuencia a la biblioteca del campamento para leer libros sobre los mecanismos de las operaciones militares, lo que le ayudó a comprender mejor a los que posteriormente entrevistó27. Asimismo, a pesar de su trayectoria en la Ivy League, Hechler se alistó como soldado raso para, en sus palabras, «aprender un poco sobre el Ejército desde abajo»28. A medida que su entrenamiento se volvía más formalizado, sus conocimientos previos sobre las estructuras, procesos y responsabilidades militares le permitían comprender la existencia cotidiana de sus sujetos históricos.

Basándose en el uso pionero de Marshall de la entrevista de combate en el Pacífico, varios equipos recién formados de historiadores de combate se reunieron inicialmente en Washington para recibir un entrenamiento más riguroso desde el punto de vista académico bajo la dirección del coronel Hugh M. Cole29. Allí, los historiadores de combate pasaron varias semanas recibiendo un adoctrinamiento en historia militar y fueron informados sobre la naturaleza de las posevaluaciones de misión y los registros oficiales30. Utilizando documentos de la campaña de Papúa en el Pacífico, un grupo de historiadores reconstruyó una historia narrativa de la batalla por Nueva Guinea. Al enseñarles a identificar los tipos de documentos necesarios para componer una historia equilibrada, la práctica los expuso a otra realidad: Pogue pronto observó que, aunque «la guerra moderna estaba mejor documentada que los conflictos del pasado, la tarea de reconstruir la verdad era igual de difícil»31. Según Edward Drea, «localizar y remediar esos vacíos en las pruebas históricas se convirtió en una parte integral de las crecientes exigencias de su trabajo»32.

EEl teniente coronel S. L. A. Marshall recopila notas de entrevistas en Normandía en 1944

Los historiadores de combate pronto volaron a sus teatros de operaciones para recibir entrenamiento adicional. El entrenamiento sobre el terreno era menos riguroso. Destinados en Inglaterra en la víspera del Día D, Pogue y sus compañeros historiadores pasaban horas cada día estudiando las tácticas y la organización del Ejército. Sin embargo, también tenían libertad para vagar y explorar. En cualquier paseo, recordaba Pogue, «se podía conocer a gente de todo tipo»33. Sus paseos informales les daban la oportunidad de escuchar las experiencias personales en tiempos de guerra de una gran variedad de personas, iniciando conversaciones abiertas y sinceras, una práctica que pronto se convirtió en un sello distintivo de su servicio en tiempos de guerra.

En el extranjero, Pogue y sus colegas historiadores en el Teatro Europeo de Operaciones ansiaban «tener acceso a la visión general»34. Solo después de la puesta en marcha de los planes de engaño de los Aliados, la concesión de autorizaciones de seguridad y la proximidad de la invasión a través del canal de la Mancha, se concedió a los historiadores de campo del Ejército la capacidad de trabajar con documentos clasificados. Pronto, su nueva apreciación de la magnitud de los planes aliados para el Día D los llevó a la fase final de su preparación para el trabajo de campo: la frenética digestión de los materiales de planificación operacional. «Se ha dedicado mucho tiempo a leer los planes y anexos de la próxima operación. El tiempo es terriblemente escaso», señaló un historiador. «Todo el equipo debería haber estado en el cuartel general del Ejército hace meses»35.

Antes del Día D, a la sección de historiadores de combate de Pogue se le asignó equipo, durmió al aire libre entre los soldados y, por primera vez, comenzó a experimentar «la sensación real de la guerra»36. Su preparación formal e informal cultivó la conciencia estratégica y las habilidades interpersonales necesarias para entrevistar a otros, contextualizar los acontecimientos del campo de batalla, operar dentro de una jerarquía de mando, adaptarse al caos de los acontecimientos operacionales y sintetizar los datos fragmentados del campo de batalla en relatos manejables y racionalizados. El proceso de preparación, que se llevó a cabo con estrictas limitaciones de tiempo, fue abrumador, pero palidecía en comparación con la tarea que tenía por delante. «Nos preguntamos», recuerda Pogue, «si no podemos ni siquiera leer el plan [del Día D] en un mes, ¿cómo podemos esperar que en el tiempo tengamos una historia de lo que pasó?»37.

Preservar la historia en medio de la acción

En el otoño de 1944, los historiadores de combate en el teatro europeo vivían en el terreno, expuestos a los elementos junto a los hombres cuyas historias trataban de preservar. Los francotiradores alemanes en el perímetro aliado llevaban meses apuntando a los oficiales cuyas barras en sus cascos «brillaban al sol». Hechler, siguiendo el ejemplo de quienes lo rodeaban, cubrió sus propias barras con cosmolina, un material impermeable «pegajoso y grasiento». Un día, un jeep adornado con banderas de EUA entró en el campamento donde estaba destinado. Hechler recuerda que fue llamado por el principal ocupante del jeep, el general George S. Patton, quien rugió: «Maldita sea, ¿está usted orgulloso de su rango?». Respondiendo afirmativamente, Patton desairó a Hechler: «¡Pues entonces quítese esa maldita cosa del casco o le arrancaré esa insignia del uniforme aquí y ahora!»38. Para los historiadores del combate, como para cualquier otro soldado, cualquier cosa podía ocurrir en el campo.

En un ejemplo de comentario de encuesta, un soldado anónimo del Ejército de EUA opinó una «creencia verdadera y honesta»

En un ejemplo de comentario de encuesta, un soldado anónimo del Ejército de EUA opinó una «creencia verdadera y honesta» de que «la 28a División en su conjunto no está dirigida para los soldados sino para los oficiales». El escritor concluye: «Todo se resume en una cosa: los soldados son buenos, pero los oficiales son malísimos».

Un Ejército con visión de futuro: La Segunda Guerra Mundial

Investigación social e histórica

A principios de la Segunda Guerra Mundial, el Departamento de Guerra de EUA creó la Sección de Investigación del Ejército, una unidad de ciencias sociales y conductuales que encuestó y entrevistó a aproximadamente medio millón de soldados en el transcurso de la guerra. A los integrantes del servicio que participaron se les prometió el anonimato.

Decenas de miles de esos soldados rellenaron las largas encuestas y proporcionaron comentarios escritos a mano.

Aunque los datos cuantitativos fueron digitalizados y puestos a disposición a través de los Archivos Nacionales y Administración de Registros de EUA y el Centro Roper para la Investigación de la Opinión Pública de la University of Cornell, hasta 2018, los comentarios solo estaban disponibles para aquellos que podían verlos en rollos de microfilm in situ en el edificio de los Archivos Nacionales en College Park, Maryland. En estrecha colaboración con la Virginia Technical University, la National Endowment for the Humanities concedió subvenciones para crear archivos digitales con capacidad de búsqueda de las opiniones de los soldados sobre su servicio militar. Más detalles en https://liberalarts.vt.edu/news/articles/2018/04/insights-of-american-soldiers-during-world-war-ii-to-be-made-ava.html.

El trabajo de campo exigía la capacidad de adaptación; cada campaña era una experiencia de aprendizaje que se desarrollaba constantemente. A veces, los historiadores de combate dormían en el campo abierto durante las tormentas de lluvia y las explosiones de artillería aleatorias. Los que llegaban a tierra después del Día D cavaban sus propias trincheras. A menudo se encontraban a una distancia prudencial del frente y, en ocasiones, cuando las líneas de batalla cambiaban, incluso recibían fuego enemigo. «Una vez, tuve la feliz oportunidad de que un francotirador me disparara», recalcó el mayor Jerry O’Sullivan, integrante del equipo de Pogue en Francia, dos semanas después del Día D. «Es bastante ruidoso y escabroso [cerca del frente], pero debo confesar que nada me hubiera gustado más que quedarme en él»39. El teniente John S. Howe calificó las operaciones en el frente como «una maraña de confusión y misterio»40. Rara vez tenían comodidades especiales: Era D+29, o sea el 5 de julio de 1944, cuando Pogue anotó por fin en su diario su primera muda de ropa; no se había cambiado de pantalones desde que salió de Londres hacia su unidad el 28 de abril, ni los había lavado desde que salió de Memphis en marzo41.

Una imagen y un uniforme de Ken Hechler

Al igual que en el ambiente de combate, las interacciones con otros soldados resultaron a menudo imprevisibles. Algunas entrevistas se desarrollaron espontáneamente en el transcurso de unos minutos. Otras sesiones, en las que se consultaron mapas, registros escritos y múltiples testigos oculares, duraron varias horas. Aunque la mayoría de las entrevistas fueron cordiales, las reacciones de algunos comandantes poco cooperativos iban desde rechazar con beligerancia a los historiadores que consideraban intrusos hasta animarlos amablemente a actuar «en contra de sus instrucciones originales»42. Conscientes de que su reputación estaba en juego, los comandantes y los soldados a menudo se mostraban reacios a hablar de su experiencia de combate, lo que obligaba a los historiadores a conciliar recuerdos diferentes y a mediar en las discusiones entre los irritados jefes de estado mayor de las divisiones y otros miembros del personal sobre su interpretación de acontecimientos concretos. Drea escribió que la personalidad de los historiadores fue crucial para guiar sus esfuerzos históricos, ya que a menudo se requería «ingenio, imaginación y talento» para convencer a los oficiales superiores de que valía la pena dedicarles tiempo43. Cuando estas habilidades fallaban, los cigarrillos y los halagos llegaban muy lejos.

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Como analista editorial sobre el campo de batalla durante la Segunda Guerra Mundial, el académico afroamericano capitán Ulysses Lee, PhD, escribió posteriormente The Employment of Negro Troops mientras trabajaba como integrante de la Oficina del jefe de Historia Militar de 1946 a 1952. Basándose tanto en una investigación exhaustiva como en sus interacciones personales con los soldados afroamericanos durante la guerra, este libro ofrece tanto una historia sincera como un análisis social penetrante y comentarios relativos a los factores sociales necesarios para que los soldados de las minorías presten un servicio óptimo en las Fuerzas Armadas de EUA. Hace tiempo que se considera la obra estándar definitiva del Ejército de EUA sobre el tema. Para ver esta publicación, visite https://history.army.mil/html/books/011/11-4/CMH_Pub_11-4-1.pdf.

Los historiadores de combate, que operaban en un espacio de batalla lleno de fricciones, se pasaban el día moviéndose y entrevistando, recopilando notas para complementar las posevaluaciones de misión y, más tarde, los borradores de sus relatos de campaña. Llevaban consigo máquinas de escribir portátiles y escribían en escritorios en tiendas de campaña, remolques o al aire libre. Con un par de historiadores asignados a cada uno de los cuerpos de combate del Ejército, los dúos adquirieron planes estratégicos, mapas y superposiciones para contextualizar los combates de las unidades que se desarrollaban ante ellos, «hasta el nivel de la división, el regimiento, el batallón, la compañía y el pelotón»44. Según Hechler, los historiadores agregaron testimonios individuales a sus análisis narrativos para hacer que las posevaluaciones de misión fueran más «significativas», todo ello en un intento de «captar estas cosas mientras todavía estaban frescas en la mente de los soldados»45.

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La monografía histórica del TRADOC SLAM—The Influence of S.L.A. Marshall on the United States Army ofrece una breve reseña biográfica del individuo generalmente considerado como el creador de la metodología de investigación de combate del Ejército moderno. Este libro aborda las múltiples facetas de la carrera de Marshall y sus contribuciones a cada una de ellas como soldado de la Primera Guerra Mundial, reportero de prensa, corresponsal de guerra, historiador de combate y, finalmente, crítico de guerra. La metodología pionera de Marshall para recopilar entrevistas directamente de los soldados de combate que acababan de participar en las batallas se considera generalmente entre los historiadores militares actuales como la base de una de las dimensiones más importantes de los procedimientos operativos de recopilación histórica estándar del Ejército de EUA en la actualidad.

Para ver esta monografía, visite https://history.army.mil/html/books/070/70-64/cmhPub_70-64.pdf.

Al escribir después de la guerra, el historiador jefe del Ejército, Kent Greenfield, argumentó que «la historia oral y las técnicas de entrevista» tendían a «rendir menos con el paso del tiempo»46. Dado que la memoria se vuelve más selectiva y frágil con el paso del tiempo, «obtener sobre el terreno y en el momento aquellos sucesos y declaraciones que tienen la posibilidad de perderse o distorsionarse más tarde» se convirtió en última instancia en una de las principales contribuciones de los historiadores de combate del Ejército47. Los registros de guerra de la Sección Histórica están repletos de observaciones que citan la importancia de llevar a cabo su trabajo de manera oportuna. Por ejemplo, mientras el mayor Jerry O’Sullivan recorría la cabeza de playa de Normandía el D+11, reconoció «la necesidad imperiosa de contar con un dibujante» que trazara las escenas que se desarrollaban «porque esta playa cambia de un día para otro, de una hora para otra». «Mi idea al poner esto por escrito», dijo a su superior, «es que, si no se hace pronto, todo se perderá»48. Estas observaciones reflejan el grado en que los historiadores de combate esperaban preservar los recuerdos de primera mano de los acontecimientos mientras aún se estaban desarrollando.

Conclusión

Hoy en día, cuando los últimos miembros de la generación de la guerra fallecen, el acceso personal a los recuerdos de primera mano de la Segunda Guerra Mundial es cada vez más escaso. Gracias al perdurable volumen de obras publicadas por los historiadores de la Sección Histórica del Ejército tras el conflicto, el público actual puede conocer libremente todos los aspectos de la participación cívico-militar de Estados Unidos en la guerra.

El legado de los historiadores de combate del Ejército, sin embargo, reverbera más allá de los «Libros Verdes» y su huella en las futuras historias oficiales. Ese trabajo tenía una utilidad evidente como guía para los futuros líderes, «para que, cuando volvamos a entrar en guerra, este país pueda estar preparado para repetir lo que ha tenido éxito y evitar lo que nos ha causado problemas»49. En su vida profesional, personas como Pogue y Hechler, entre otros, siguieron ilustres carreras académicas y de servicio público después de la guerra; hasta el día de hoy, la Organización de Historiadores Americanos sigue otorgando un premio anual «Forrest C. Pogue» debido a su uso de la historia oral en combate durante la guerra y a sus posteriores esfuerzos por defender su utilidad dentro de la academia. Modelando los esfuerzos históricos contemporáneos en su trabajo original, el Destacamento de Historia Militar del Ejército sigue empleando hoy en día a historiadores de combate en operaciones en el campo de batalla —muchos de ellos académicos civiles— y lo ha hecho en todos los conflictos importantes desde la Segunda Guerra Mundial.

Sin embargo, podría decirse que su mayor contribución sigue estando en los archivos de todo el mundo. Fusionando los estándares académicos de objetividad con su mandato de producir historias narrativas comprensibles, miles de entrevistas de primera mano realizadas durante su estancia en el extranjero forman la espina dorsal de un inestimable depósito de memorias de guerra conservadas en microfilmes diseñados para sobrevivir milenios. Al preservar el rostro humano de la Segunda Guerra Mundial, estos historiadores de combate facilitaron la creación de historias oficiales que nunca perdieron de vista a los hombres y mujeres que las vivieron, inspirando a las generaciones futuras a hacer lo mismo.

Personal alistado y civil de la Sección Histórica trabajando

Military Review expresa su gran agradecimiento a las siguientes personas que llevaron a cabo la investigación y facilitaron la adquisición de imágenes fotográficas raras para la elaboración del presente artículo: LaDonna Hamontree, Biblioteca Pogue, Murray State University, Kentucky; Kenny Kemp, editor visual/fotógrafo jefe, Charleston Gazette-Mail, West Virginia; Dan Barbuto y Cynthia Leighton, Biblioteca de Investigación de Armas Combinadas Ike Skelton, Fort Leavenworth, Kansas; y Gregory Statler, Centro de Patrimonio y Educación del Ejército de EUA, Carlisle, Pensilvania.


Notas

 

  • Epígrafe.Forrest C. Pogue y Holly C. Schulman, «Forrest C. Pogue and the Birth of Public History in the Army», The Public Historian 15, nro. 1 (invierno de 1993): 35, accedido 23 de septiembre de 2021, https://www.jstor.org/stable/3378031.
  1. Forrest C. Pogue, Pogue’s War: Diaries of a WWII Combat Historian (Lexington: University Press of Kentucky, 2001), 54–55.
  2. Ibid., 56.
  3. Ibid., 58.
  4. Pogue y Schulman, «Forrest C. Pogue and the Birth of Public History in the Army», 31.
  5. Edward J. Drea, «Change Becomes Continuity: The Start of the U.S. Army Green Book Series», in The Last Word? Essays on Official History in the United States and British Commonwealth, ed. Jeffrey Grey (Westport, CT: Praeger, 2003), 83–104; «Military History of the Second World War», Memorandum Nro. W345-21-43, 3 de agosto de 1943, Historical Directives (National Archives Microfilm Publication 63-9, Roll 23), U.S. Army, U.S. Forces, European Theater, Historical Division: Records, 1941–1946, Record Group [RG] 498, National Archives and Records Administration II [NARA II], College Park, Maryland, 1.
  6. Kent Roberts Greenfield, The Historian and the Army (New York: Kennikat Press, 1953), 6.
  7. Carol Reardon, Soldiers and Scholars: The U.S. Army and the Uses of Military History, 1865-1920 (Lawrence, KS: University Press of Kansas, 1990), 165. El coronel William Ganoe, jefe de la Sección Histórica, G-3, del teatro europeo de operaciones durante la Segunda Guerra Mundial, observó cómo el nuevo esfuerzo del Ejército difiere de las historias militares oficiales anteriores: «Los datos de la guerra en América... han sido especialmente escasos porque hemos tenido que excavar lo que quedaba de las termitas años después. Con demasiada frecuencia carecía de vida, de verdad o de sus partes principales. De qué le sirve al estudiante de Leavenworth o de la Escuela Superior de Guerra saber que Hooker se puso de repente en posición defensiva en Chancellorsville o que la Primera División aplastó la cola del Cuerpo de Ejército de Dickman. Lo esclarecedor, revelador y educativamente útil es por qué los comandantes hicieron lo que hicieron. Esa es la argamasa que falta. Solo con ladrillos (después de los fragmentos), no podemos construir tablas de experiencias que valgan la pena». Véase Untitled, n.d., Administrative History Collection, Historical Section, ETOUSA, Folder 161, (National Archives Microfilm Publication 63-9, Roll 22), U.S. Army, U.S. Forces, European Theater, Historical Division: Records, 1941–1946, RG 498, NARA II.
  8. John Whiteclay Chambers II, Oxford Companion to American Military History (Oxford: Oxford University Press, 1999), 224, 316.
  9. Como ejemplo, los prometidos compendios documentales sobre la participación de Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial no se publicarían hasta 1948. Véase Bell I. Wiley, Historical Program of the U.S. Army 1939 to Present [1945] (Washington, DC: Office of the Chief of Military History, U.S. Army, 1945), 1–3.
  10. Ibid., 8–9.
  11. Greenfield, The Historian and the Army, 6.
  12. Stetson Conn, «Launching ‘The United States Army in World War II’», Army History, nro. 31 (1994): 37, accedido 13 de octubre de 2021, https://www.jstor.org/stable/26304192.
  13. «Notes on Importance and Possible Extension of this Section», 27 de mayo de 1943, Administrative History Collection, Historical Section, ETOUSA, Folder 161, (National Archives Microfilm Publication 63-9, Roll 22), U.S. Army, U.S. Forces, European Theater, Historical Division: Records, 1941–1946, RG 498, NARA II.
  14. Drea, «Change Becomes Continuity», 85; Jamie W. Moore, «History, the Historian, and the Corps of Engineers», The Public Historian 3, nro. 1 (Winter 1981): 64, accedido 23 de septiembre de 2021, https://www.jstor.org/stable/3377162; Wiley, Historical Program of the U.S. Army 1939 to Present [1945], 9–14.
  15. Ken Hechler, entrevista realizada por Niel M. Johnson, «Oral History Interview with Ken Hechler», Harry S. Truman Library and Museum, 29 de noviembre de 1985, 57–60, accedido 23 de septiembre de 2021, https://www.trumanlibrary.org/oralhist/hechler.htm.
  16. Ibid.
  17. Pogue y Schulman, «Forrest C. Pogue and the Birth of Public History in the Army», 30.
  18. Chambers, Oxford Companion to American Military History, 420; F. D. G. Williams, SLAM: The Influence of S.L.A. Marshall on the United States Army, ed. Susan Canedy (Washington, DC: U.S. Army Training and Doctrine Command, 1999), v, accedido 23 de septiembre de 2021, https://history.army.mil/html/books/070/70-64/cmhPub_70-64.pdf.
  19. Wiley, Historical Program of the U.S. Army 1939 to Present [1945], 40, 43.
  20. Drea, «Change Becomes Continuity», 87.
  21. Rebecca Conard, Benjamin Shambaugh and the Intellectual Foundations of Public History (Iowa City: University of Iowa Press, 2001), 156.
  22. Stetson Conn, Historical Work in the United States Army 1862-1954 (Washington, DC: U.S. Army Center of Military History), 190; «Military History of the Second World War», 2.
  23. Véase Ulysses Lee, United States Army in World War II Special Studies: The Employment of Negro Troops (Washington, DC: Office of the Chief of Military History, U.S. Army, 1966).
  24. Conard, Benjamin Shambaugh, 156. Para más información sobre la profesionalización de la historia en Estados Unidos y la búsqueda de objetividad en la disciplina, véase Peter Novick, That Noble Dream: The ‘Objectivity Question’ and the American Historical Profession (Cambridge: Cambridge University Press, 1988).
  25. Drea, «Change Becomes Continuity», 86.
  26. Conn, «Launching “The United States Army in World War II”», 41.
  27. Pogue, Pogue’s War, 5.
  28. Johnson, «Oral History Interview with Ken Hechler», 57–60.
  29. G. Kurt Piehler, «Veterans Tell Their Stories and Why Historians and Others Listened», en The United States and the Second World War: New Perspectives on Diplomacy, War, and the Home Front, ed. G. Kurt Piehler y Sidney Pash (New York: Fordham University Press, 2010), 222.
  30. Pogue, Pogue’s War, 2.
  31. Ibid.
  32. Drea, «Change Becomes Continuity», 88.
  33. Pogue, Pogue’s War, 8.
  34. Ibid.
  35. «Report of Activities, 7–15 May 1944», Memorándum al coronel William A. Ganoe,25 de mayo de 1944, Sección Histórica, ETO (1943–1945), (National Archives Microfilm Publication 63-9, Roll 23), U.S. Army, U.S. Forces, European Theater, Historical Division: Records, 1941–1946, RG 498, NARA II, 1–3; Pogue, Pogue’s War, 27.
  36. Pogue, Pogue’s War, 23.
  37. Ibid., 30–31.
  38. Johnson, «Oral History Interview with Ken Hechler», 70–71.
  39. El sargento mayor Jerry O’Sullivan al coronel William A. Ganoe, Jefe de la Sección Histórica del Teatro europeo de operaciones, 17 de junio de 1944, Informes de la Sección histórica (National Archives Microfilm Publication 63-9, Roll 23), U.S. Army, U.S. Forces, European Theater, Historical Division: Records, 1941–1946, RG 498, NARA II, 1–2; H. Lew Wallace, «Forrest C. Pogue: A Biographical Sketch», The Filson Club Quarterly 60, nro. 3 (julio de 1986): 383–84.
  40. John S. Howe, «Report of Activities, 19–26 June 1944», 26 de junio de 1944, Historical Section HQ, First U.S. Army, (National Archives Microfilm Publication 63-9, Roll 23), RG 498, NARA II.
  41. Pogue, Pogue’s War, 140.
  42. Ibid., 9; «Diary—Team #I—HQ, ETOUSA», 15 de mayo de 1944, Historical Section HQ, First U.S. Army, (National Archives Microfilm Publication 63-9, Roll 23), RG 498, NARA II, 13.
  43. Drea, «Change Becomes Continuity», 88–89. O’Sullivan observó cómo Pogue encontró «coroneles y generales deseosos de hablar con él», agregando por su propia experiencia «que si esos hombres ven que sabes lo que quieres y eres sincero con lo que haces, se desvivirán por cooperar». O’Sullivan a Ganoe, 1.
  44. Johnson, «Oral History Interview with Ken Hechler», 64–65.
  45. Ibid.
  46. Greenfield, The Historian and the Army, 10.
  47. «Record of Oral Material», Memorándum al general de brigada Julius C. Holmes, Subjefe de Estado Mayor de la Sección G-5, SHAEF, n.d., (National Archives Microfilm Publication 63-9, Roll 23), RG 498, NARA II.
  48. O’Sullivan a Ganoe, 2.
  49. «History of the Services of Supply, European Theater of Operations, United States Army», 23 de junio de 1943, Historical Directives, (National Archives Microfilm Publication 63-9, Roll 23), RG 498, NARA II, 1.
 

Carson Teuscher se especializa en Historia Militar en la Ohio State University. Teuscher se licenció en Historia por la Brigham Young University en 2016 y obtuvo una maestría en Historia de EUA por la University of Oxford en 2017.

 

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