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Tercer Trimestre 2022

Cómo ve China el mundo y cómo deberíamos ver a China

Teniente general (ret.) H. R. McMaster, Ejército de EU

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El 6 de julio de 2021 se celebró en Pekín la Cumbre Mundial de Partidos Políticos en la Casa de Huéspedes del Estado de Diaoyutai

Nota de la redacción: El presente artículo del teniente general H. R. McMaster (retirado), exasesor de seguridad nacional de la Casa Blanca durante la administración Trump, fue publicado originalmente en la edición impresa de mayo de 2020 de la revista The Atlantic. Se trata de un resumen de los capítulos del libro en los que habla de sus experiencias con funcionarios del gobierno chino en su libro Battlegrounds: The Fight to Defend the Free World, publicado por Harper Collins también en mayo de 2020. Se publica en Military Review con el permiso de The Atlantic y la Hoover Institution de la Universidad de Stanford, California, donde actualmente es el becario y profesor Fouad y Michelle Ajami de la Escuela Posgrado de Negocios de la Universidad Stanford.

I. La Ciudad Prohibida

El 8 de noviembre de 2017, el Air Force One aterrizó en Pekín, marcando el inicio de una visita de Estado organizada por el presidente de China y presidente del Partido Comunista, Xi Jinping. Desde mi primer día de trabajo como asesor de seguridad nacional del presidente Donald Trump, China había sido una alta prioridad. El país ocupaba un lugar destacado en lo que el presidente Barack Obama había identificado para su sucesor como el mayor problema inmediato al que se enfrentaría la nueva administración — qué hacer con los programas nuclear y de misiles de Corea del Norte. Pero también han surgido muchas otras cuestiones sobre la naturaleza y el futuro de la relación entre China y Estados Unidos, que reflejan la percepción fundamentalmente distinta que tiene China del mundo.

Desde los emocionantes días de Deng Xiaoping, a finales de la década de 1970, los supuestos que habían regido el enfoque norteamericano de nuestra relación con China eran estos: Tras ser acogida en el orden político y económico internacional, China cumpliría con las normas, abriría sus mercados y privatizaría su economía. A medida que el país fuera más próspero, el gobierno chino respetaría los derechos de su pueblo y se liberalizaría políticamente. Sin embargo, esas suposiciones estaban demostrando ser erróneas.

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Durante nuestra visita de Estado, Xi y sus asesores se basaron en gran medida en la historia para transmitir el mensaje que pretendían — haciendo hincapié en ciertos temas históricos y evitando otros.

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China se ha convertido en una amenaza porque sus líderes promueven un modelo cerrado y autoritario como alternativa al gobierno democrático y a la economía de libre mercado. El Partido Comunista de China no solo está reforzando un sistema interno que ahoga la libertad humana y extiende su control autoritario; también está exportando ese modelo y liderando el desarrollo de nuevas reglas y un nuevo orden internacional que haría al mundo menos libre y menos seguro. El esfuerzo de China por extender su influencia es evidente en la militarización de las islas artificiales en el mar de China Meridional y el despliegue de capacidades militares cerca de Taiwán y en el mar de China Oriental. Pero el carácter integrado de las estrategias militares y económicas del Partido Comunista de China es lo que lo hace especialmente peligroso para Estados Unidos y otras sociedades libres y abiertas.

John King Fairbank, historiador de Harvard y padrino de la sinología norteamericana, señaló en 1948 que, para entender las políticas y acciones de los líderes chinos, la perspectiva histórica «no es un lujo, sino una necesidad». Durante nuestra visita de Estado, Xi y sus asesores se basaron en gran medida en la historia para transmitir el mensaje que pretendían. Hicieron hincapié en ciertos temas históricos. Evitaron otros.

La delegación estadounidense — que incluía al presidente Trump y a la primera dama, al secretario de Estado Rex Tillerson y al embajador de Estados Unidos en China, Terry Branstad — recibió su primera lección de historia al recorrer la Ciudad Prohibida, sede de los emperadores chinos durante cinco siglos. Nos acompañaron Xi, su esposa y varios otros altos líderes chinos. El mensaje — transmitido en conversaciones privadas y declaraciones públicas, así como en la cobertura televisiva oficial y por la propia naturaleza de la gira — era coherente con el discurso pronunciado por Xi tres semanas antes en el XIX Congreso Nacional: El Partido Comunista de China perseguía sin descanso el «gran rejuvenecimiento de la nación china». Como lo describió Xi, el «rejuvenecimiento» abarcaba la prosperidad, el esfuerzo colectivo, el socialismo y la gloria nacional: el «sueño de China». La Ciudad Prohibida fue el escenario perfecto para que Xi mostrara su determinación de «acercarse al centro de la escena mundial y hacer una mayor contribución a la humanidad».

La Ciudad Prohibida se construyó durante la dinastía Ming, que gobernó China de 1368 a 1644 — un periodo considerado como una época dorada en términos de poderío económico, control territorial y logros culturales de China. Fue durante esta dinastía cuando Zheng He, almirante de la flota Ming, se embarcó en siete viajes alrededor de los océanos Pacífico Occidental e Índico, más de medio siglo antes de que Cristóbal Colón zarpara. Sus «barcos del tesoro», entre los mayores buques de madera jamás construidos, trajeron tributos de todas partes del mundo conocido. Pero a pesar del éxito de los siete viajes, el emperador concluyó que el mundo no tenía nada que ofrecer a China. Ordenó el hundimiento de los barcos del tesoro y el cierre de los puertos chinos. El período que siguió — los siglos XIX y XX en particular — es considerado por Xi y otros líderes como un periodo aberrante durante el cual las naciones europeas y, más tarde, Estados Unidos alcanzaron el dominio económico y militar.

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Los líderes chinos piensan que tienen una estrecha ventana de oportunidad estratégica para fortalecer su gobierno y revisar el orden internacional a su favor.

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Al igual que el espectáculo de clausura de los Juegos Olímpicos de Pekín en 2008, que situó la innovación tecnológica moderna en el contexto de 5000 años de historia china, la visita a la Ciudad Prohibida pretendía, al parecer, recordar que las dinastías chinas llevaban mucho tiempo en el centro de la Tierra. El arte y el estilo arquitectónico de los edificios reflejaban el credo social confuciano: que la jerarquía y la armonía van juntas y son interdependientes. El emperador celebraba la corte en el Salón de la Armonía Suprema, el edificio más grande de la Ciudad Prohibida. El gran trono está rodeado de seis pilares dorados, grabados con dragones para evocar el poder de un emperador cuyo estado gobernaba sobre la tianxia — sobre «todo lo que hay bajo el cielo».

Aunque las imágenes transmitidas a China y al resto del mundo desde la Ciudad Prohibida durante nuestra visita pretendían proyectar confianza en el Partido Comunista de China, también se podía percibir una profunda inseguridad, una lección de historia que no se mencionó. En su propio diseño, la Ciudad Prohibida parecía reflejar ese contraste entre la confianza exterior y la aprensión interior. Los tres grandes salones del centro de la ciudad estaban destinados no solo a impresionar, sino también a defender de las amenazas que pudieran venir tanto del exterior como del interior de las murallas de la ciudad. Tras el final de la dinastía Han, en el año 220 d.C., las principales provincias chinas fueron gobernadas solo la mitad del tiempo por una autoridad central fuerte. E incluso entonces, China estaba sometida a invasiones extranjeras y a la agitación interna. El emperador Yongle, Zhu Di, que construyó la Ciudad Prohibida, estaba más preocupado por los peligros internos que por las posibilidades de otra invasión mongola. Para identificar y eliminar a los opositores, el emperador estableció una elaborada red de espionaje. Para adelantarse a la oposición de eruditos y burócratas, dirigió las ejecuciones no solo de los sospechosos de deslealtad, sino también de sus familias al completo. El Partido Comunista de China utilizó tácticas similares siglos después. Al igual que Xi, los emperadores que se sentaban en el elaborado trono en el corazón de la Ciudad Prohibida practicaban un estilo de gobierno remoto y autocrático, vulnerable a la corrupción y a las amenazas internas.

Nuestro guía nos mostró el lugar donde el último ocupante real de la Ciudad Prohibida, el emperador Puyi, fue despojado del poder en 1911, a la edad de 5 años, durante la revolución republicana de China. Puyi abdicó en medio del «siglo de la humillación», un período de la historia china que Xi había descrito a Trump cuando los dos líderes se reunieron para cenar en Mar-a-Lago, siete meses antes de nuestra visita. El siglo de la humillación fue la desgraciada época durante la cual China experimentó la fragmentación interna, sufrió la derrota en las guerras, hizo importantes concesiones a las potencias extranjeras y sufrió una brutal ocupación. La humillación comenzó con la derrota de China por parte de Gran Bretaña en la Primera Guerra del Opio, en 1842. Terminó con la derrota del Japón imperial en 1945 y la victoria comunista en la Guerra Civil China en 1949.

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Nuestro último encuentro de la visita de Estado, en el Gran Salón del Pueblo, fue con Li Keqiang, primer ministro del Consejo de Estado y jefe titular del gobierno chino. Si alguien del grupo norteamericano tenía alguna duda sobre cómo China veía su relación con Estados Unidos, el monólogo de Li se la habría despejado. Comenzó con la observación de que China, al haber desarrollado ya su base industrial y tecnológica, no necesitaba a Estados Unidos. Desestimó la preocupación de Estados Unidos por las prácticas comerciales y económicas injustas, indicando que el papel de Estados Unidos en la futura economía mundial consistiría simplemente en proporcionar a China materias primas, productos agrícolas y energía para alimentar su producción de productos industriales y de consumo de vanguardia.

Al salir de China, yo estaba aún más convencido que antes de que fuera necesario un cambio drástico en la política de Estados Unidos. La Ciudad Prohibida debía transmitir confianza en el rejuvenecimiento nacional de China y su regreso a la escena mundial como el orgulloso Reino del Medio. Sin embargo, para mí expuso tanto los temores como las ambiciones que impulsan los esfuerzos del Partido Comunista de China por extender la influencia de China a lo largo de sus fronteras y más allá, y por recuperar el honor perdido durante el siglo de la humillación. Las ambiciones y los temores son inseparables. Explican por qué el Partido Comunista de China está obsesionado con el control — tanto interno como externo.

Los líderes del partido piensan que tienen una estrecha ventana de oportunidad estratégica para fortalecer su gobierno y transformar el orden internacional a su favor, antes de que la economía de China se deteriore, antes de que la población envejezca, antes de que otros países se den cuenta de que el partido está persiguiendo el rejuvenecimiento nacional a sus expensas, y antes de que acontecimientos imprevistos como la pandemia del coronavirus expongan las vulnerabilidades que el partido creó en la carrera para superar a Estados Unidos y realizar el sueño de China. El partido no tiene ninguna intención de jugar respetando las reglas relacionadas con el derecho, comercio o negocios internacionales. La estrategia general de China se basa en la cooptación y la coerción dentro y fuera del país, así como en ocultar la naturaleza de sus verdaderas intenciones. Lo que hace que esta estrategia sea potente y peligrosa es la naturaleza integrada de los esfuerzos del partido a través del gobierno, la industria, el mundo académico y el ejército.

Y, en general, los objetivos del Partido Comunista de China son contrarios a los ideales e intereses de EUA.

II. Tres vertientes

A medida que China persigue su estrategia de cooptación, coerción y ocultación, sus intervenciones autoritarias se han vuelto omnipresentes. Dentro de China, la tolerancia del partido hacia la libertad de expresión y la disidencia es mínima, por decirlo suavemente. Las políticas represivas y manipuladoras en el Tíbet, con su mayoría budista, son bien conocidas. La Iglesia católica y, en particular, las religiones protestantes, de rápido crecimiento, preocupan profundamente a Xi y al partido. Las iglesias protestantes han resultado difíciles de controlar, debido a su diversidad y descentralización, y el partido ha retirado por la fuerza las cruces de las cimas de los edificios eclesiásticos e incluso ha demolido algunos edificios para dar ejemplo. El año pasado, el esfuerzo de Pekín por reforzar su control sobre Hong Kong provocó protestas sostenidas que continuaron en 2020 — protestas que los líderes chinos atribuyeron a los extranjeros, como suelen hacer. En Xinjiang, en el noroeste de China, donde la etnia uigur practica principalmente el islam, el partido ha obligado a al menos un millón de personas a vivir en campos de concentración. (El gobierno lo niega, pero el año pasado The New York Times descubrió documentos incriminatorios, incluyendo relatos de discursos a puerta cerrada de Xi en los que ordenaba a los funcionarios que no tuvieran «absolutamente ninguna piedad»).

A pesar de los continuos desmentidos cínicos y transparentemente

Los líderes del partido han acelerado la construcción de un estado de vigilancia sin precedentes. Para los 1400 millones de chinos, la propaganda gubernamental en la televisión y en otros medios forma parte de la vida cotidiana. Las universidades han reprimido la enseñanza que explica los conceptos «liberales occidentales» de los derechos individuales, la libertad de expresión, el gobierno representativo y el estado de derecho. Los estudiantes de las universidades y los institutos deben recibir lecciones sobre el «Pensamiento de Xi Jinping sobre el socialismo con características chinas para una nueva era». La filosofía de 14 puntos del presidente es el tema de la aplicación más popular de China, que requiere que los usuarios se registren con su número de teléfono móvil y su nombre real antes de poder ganar puntos de estudio leyendo artículos, escribiendo comentarios y realizando pruebas de elección múltiple. Un sistema de «puntuación de crédito social» personal se basa en el seguimiento de la actividad en línea y de otro tipo de las personas para determinar su aceptación de las prioridades del gobierno chino. Las puntuaciones de las personas determinan su elegibilidad para préstamos, empleo gubernamental, vivienda, beneficios de transporte y más.

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Para los 1400 millones de chinos, la propaganda gubernamental en la televisión y en otros medios forma parte de la vida cotidiana.

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Los esfuerzos del partido por ejercer el control dentro de China son mucho más conocidos que sus esfuerzos paralelos más allá de las fronteras del país. También en este caso, la inseguridad y la ambición se refuerzan mutuamente. Los líderes chinos pretenden poner en marcha una versión moderna del sistema tributario que los emperadores chinos utilizaban para establecer su autoridad sobre los estados vasallos. Bajo ese sistema, los reinos podían comerciar y disfrutar de la paz con el imperio chino a cambio de sumisión. Los líderes chinos no tienen reparos en afirmar esta ambición. En 2010, el ministro de Asuntos Exteriores de China dijo con toda naturalidad a sus homólogos en una reunión de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático: «China es un país grande, y ustedes son países pequeños». China pretende establecer un nuevo sistema tributario a través de un esfuerzo masivo organizado bajo tres políticas superpuestas, que llevan los nombres de «Hecho en China 2025», «Iniciativa del Cinturón y Ruta de la Seda» y «Fusión Militar-Civil».

«Hecho en China 2025» está diseñado para ayudar a China a convertirse en una potencia científica y tecnológica ampliamente independiente. Para lograr ese objetivo, el partido está creando monopolios de alta tecnología dentro de China y despojando a las empresas extranjeras de su propiedad intelectual mediante el robo y la transferencia forzada de tecnología. En algunos casos, las empresas extranjeras se ven obligadas a crear empresas conjuntas con empresas chinas antes de que se les permita vender sus productos en China. Estas empresas chinas tienen en su mayoría estrechos vínculos con el partido, lo que hace rutinaria la transferencia de propiedad intelectual y técnicas de fabricación al gobierno chino.

La «Iniciativa del Cinturón y Ruta de la Seda» prevé más de un trillón de dólares en nuevas inversiones en infraestructuras en la región del Indo-Pacífico, Eurasia y más allá. Su verdadero objetivo es situar a China en el centro de las rutas comerciales y las redes de comunicación. Aunque al principio la iniciativa tuvo una acogida entusiasta por parte de las naciones que veían oportunidades de crecimiento económico, muchas de ellas pronto se dieron cuenta de que la inversión china venía con condiciones.

La Iniciativa del Cinturón y Ruta ha creado un patrón común de clientelismo económico. Pekín ofrece primero a los países préstamos de los bancos chinos para proyectos de infraestructuras a gran escala. Una vez que los países están endeudados, el partido obliga a sus líderes a alinearse con la agenda de política exterior de China y el objetivo de desplazar la influencia de Estados Unidos y sus socios clave. Aunque los líderes chinos a menudo describen estos acuerdos como beneficiosos para todos, la mayoría de ellos solo tienen un ganador real.La Iniciativa del Cinturón y Ruta ha creado un patrón común de clientelismo económico. Pekín ofrece primero a los países préstamos de los bancos chinos para proyectos de infraestructuras a gran escala. Una vez que los países están endeudados, el partido obliga a sus líderes a alinearse con la agenda de política exterior de China y el objetivo de desplazar la influencia de Estados Unidos y sus socios clave. Aunque los líderes chinos a menudo describen estos acuerdos como beneficiosos para todos, la mayoría de ellos solo tienen un ganador real.

Para los países en vías de desarrollo con economías frágiles, la Franja y la Ruta establece una despiadada trampa de deuda. Cuando algunos países son incapaces de pagar el servicio de sus préstamos, China intercambia deuda por capital para hacerse con el control de sus puertos, aeropuertos, presas, centrales eléctricas y redes de comunicaciones. En 2018, el riesgo de endeudamiento crecía en 23 países con financiación de la Franja y la Ruta. Ocho países pobres con financiación de la Franja y la Ruta — Pakistán, Yibuti, Maldivas, Laos, Mongolia, Montenegro, Tayikistán y Kirguistán — tienen ya niveles insostenibles de deuda.

Las tácticas de China varían en función de la fortaleza o debilidad relativa de los Estados objetivo. Al emprender proyectos de inversión a gran escala, muchos países con instituciones políticas débiles sucumben a la corrupción, lo que los hace aún más vulnerables a las tácticas chinas.

En Sri Lanka, el presidente y actual primer ministro, Mahinda Rajapaksa, se endeudó mucho más de lo que su nación podía soportar. Aceptó una serie de préstamos con altos intereses para financiar la construcción de un puerto por parte de China, a pesar de que aparentemente no era necesario. A pesar de las garantías anteriores de que el puerto no se utilizaría con fines militares, un submarino chino atracó allí el mismo día de la visita del primer ministro japonés Shinzo Abe a Sri Lanka en 2014. En 2017, tras el fracaso comercial del puerto, Sri Lanka se vio obligada a firmar un contrato de arrendamiento de 99 años a una empresa estatal china en un intercambio de deuda por capital.

La nueva vanguardia del Partido Comunista Chino es una delegación de banqueros y funcionarios del partido con bolsas de lona llenas de dinero. La corrupción permite una nueva forma de control de tipo colonial que se extiende más allá de las rutas marítimas estratégicas en el océano Índico y el mar de la China Meridional, y en otros lugares.

La política de fusión militar-civil es la más totalitaria de las tres vertientes. En 2014 y luego de nuevo en 2017, el partido declaró que todas las empresas chinas deben colaborar en la recopilación de inteligencia. Según el artículo 7 de la Ley de Inteligencia Nacional de China, «Cualquier organización o ciudadano apoyará, ayudará y colaborará con el trabajo de inteligencia estatal de acuerdo con la ley, y evitará que los secretos del trabajo de inteligencia nacional sean conocidos por el público». Las empresas chinas colaboran con las universidades y los brazos de investigación del Ejército Popular de Liberación. La Fusión Militar-Civil anima a las empresas estatales y privadas a adquirir empresas con tecnologías avanzadas, o una fuerte participación minoritaria en esas empresas, de modo que las tecnologías puedan aplicarse para obtener ventajas no solo económicas sino también militares y de inteligencia. Acelera la llegada de tecnologías robadas al ejército en áreas como el espacio, ciberespacio, biología, inteligencia artificial y energía. Además del espionaje y robo cibernético del Ministerio de Seguridad del Estado, el partido encarga a algunos estudiantes y becarios chinos en Estados Unidos y en otras universidades y laboratorios de investigación extranjeros la extracción de tecnología.

A veces, la financiación de defensa de EUA apoya las transferencias de tecnología de China. Uno de los muchos ejemplos es el Grupo Kuang-Chi, descrito en los medios de comunicación chinos como «una empresa militar-civil». El Grupo Kuang-Chi se fundó en gran medida sobre la base de la investigación sobre metamateriales financiada por la Fuerza Aérea de EUA en la Universidad de Duke.

El robo cibernético chino es responsable de lo que el general Keith Alexander, ex director de la Agencia de Seguridad Nacional, describió como la «mayor transferencia de riqueza de la historia». El Ministerio de Seguridad del Estado chino utilizó un escuadrón de piratas informáticos conocido como APT10 para atacar empresas estadounidenses de los sectores financiero, de telecomunicaciones, de electrónica de consumo y médico, así como a laboratorios de investigación de la NASA y del Departamento de Defensa, extrayendo propiedad intelectual y datos sensibles. Por ejemplo, los piratas informáticos obtuvieron información personal, incluidos los números de Seguridad Social, de más de 100 000 integrantes de la Armada de EUA.

El ejército chino ha utilizado tecnologías robadas para perseguir capacidades militares avanzadas de muchos tipos y expulsar del mercado a las empresas de defensa de EUA. El fabricante chino de drones Dà-Jiāng Innovations (DJI) controlaba más del 70 por ciento del mercado mundial en 2017, gracias a sus inigualables precios bajos. Sus sistemas no tripulados se convirtieron incluso en los drones comerciales más volados por el Ejército de EUA hasta que fueron prohibidos por razones de seguridad.

El espionaje chino tiene éxito en parte porque el partido es capaz de inducir la cooperación, a sabiendas o no, de individuos, empresas y líderes políticos. Las empresas de Estados Unidos y de otras economías de libre mercado no suelen denunciar el robo de su tecnología porque temen perder el acceso al mercado chino, perjudicar las relaciones con los clientes y provocar investigaciones federales.

La cooptación se convierte en coerción cuando los chinos exigen que las empresas se adhieran a la visión del mundo del Partido Comunista y renuncien a criticar sus políticas represivas y agresivas. Cuando un empleado de la cadena hotelera Marriott que utilizaba una cuenta de redes sociales de la empresa dio «me gusta» a un tuit pro-Tíbet en 2018, el sitio web y la aplicación de la empresa hotelera fueron bloqueados en China durante una semana, y el empleado fue despedido bajo la presión del gobierno chino. El pasado octubre, cuando Daryl Morey, director general del equipo de baloncesto Houston Rockets, tuiteó su apoyo a los manifestantes de Hong Kong, la televisión estatal china canceló la emisión de los partidos de los Rockets.

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El ejército chino ha utilizado tecnologías robadas para perseguir capacidades militares avanzadas de muchos tipos y expulsar del mercado a las empresas de defensa de EUA.

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El Partido Comunista de China también ha llevado a cabo una amplia gama de actividades de influencia para manipular los procesos políticos en los países objetivo. En Australia y Nueva Zelanda se han descubierto sofisticados esfuerzos chinos para comprar influencia en las universidades, sobornar a los políticos y acosar a la comunidad de la diáspora china para que se convierta en defensores de Pekín.

III. La empatía estratégica

Los norteamericanos, como señaló Hans Morgenthau hace mucho tiempo, tienden a ver el mundo solo en relación con Estados Unidos, y a suponer que el curso futuro de los acontecimientos depende principalmente de las decisiones o planes de Estados Unidos, o de la aceptación por parte de otros de nuestra forma de pensar. El término para esta tendencia es narcisismo estratégico, y subyace a las suposiciones que he mencionado antes: sobre cómo una mayor integración de China en el orden internacional tendría un efecto liberalizador en el país y alteraría su comportamiento en el mundo.

Pero hay otra forma de pensar en el comportamiento de los países: la empatía estratégica. Según el historiador Zachary Shore, la empatía estratégica consiste en tratar de entender cómo ven el mundo los demás, y cómo esas percepciones, así como las emociones y aspiraciones, influyen en sus políticas y acciones. Una perspectiva de empatía estratégica, que tenga en cuenta la historia y experiencias, lleva a una serie de supuestos muy diferentes sobre China, que se ven confirmados por los hechos.

El Partido Comunista de China no va a liberalizar su economía ni su forma de gobierno. No va a respetar las reglas internacionales comúnmente aceptadas — sino que intentará socavarlas y eventualmente reemplazarlas con reglas más favorables a sus intereses. China seguirá combinando su forma de agresión económica, incluidas las prácticas comerciales injustas, con una campaña sostenida de espionaje industrial. En cuanto a la proyección de poder, China seguirá buscando el control de lugares geográficos estratégicos y estableciendo zonas de primacía excluyentes.

Cualquier estrategia para reducir la amenaza de las políticas agresivas de China debe basarse en una valoración realista del grado de influencia de Estados Unidos y otras potencias exteriores en la evolución interna de China. La influencia de esas potencias exteriores tiene límites estructurales porque el partido no abandonará las prácticas que considera cruciales para mantener el control. Pero disponemos de importantes herramientas, aparte del poder militar y la política comercial.

Por un lado, esas cualidades «liberales occidentales» que los chinos ven como debilidades son en realidad fortalezas. El libre intercambio de información e ideas es una extraordinaria ventaja competitiva, un gran motor de innovación y prosperidad. (Una de las razones por las que Taiwán es visto como una amenaza para la República Popular de China es porque proporciona un ejemplo a pequeña escala, pero poderoso, de un sistema político y económico exitoso que es libre y abierto en lugar de autocrático y cerrado).

La libertad de prensa y la libertad de expresión, combinadas con una sólida aplicación del estado de derecho, han puesto al descubierto las tácticas comerciales depredadoras de China en un país tras otro — y han demostrado que China es un socio poco fiable. La diversidad y tolerancia en las sociedades libres y abiertas pueden ser difíciles de manejar, pero reflejan nuestras aspiraciones humanas más básicas — y también tienen sentido práctico. Muchos estadounidenses de origen chino que permanecieron en Estados Unidos tras la masacre de la Plaza de Tiananmen estuvieron en la vanguardia de la innovación en Silicon Valley.

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Muchas empresas chinas implicadas directa o indirectamente en violaciones de los derechos humanos y de los tratados internacionales cotizan en las bolsas de EUA.

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Más allá de centrarnos en los puntos fuertes que el Partido Comunista de China considera nuestros puntos débiles, hay medidas de protección explícitas que debemos tomar. Entre ellas se encuentran las siguientes:

  • Muchas universidades, laboratorios de investigación y empresas de países que valoran el estado de derecho y los derechos individuales son cómplices, conscientes o inconscientes, del uso que hace China de la tecnología para reprimir a su pueblo y mejorar las capacidades militares chinas. En el caso de las tecnologías de doble uso, el sector privado debería buscar nuevas asociaciones con quienes comparten el compromiso con las economías de libre mercado, el gobierno representativo y el estado de derecho, y no con quienes actúan en contra de estos principios. Muchas empresas participan en empresas conjuntas o asociaciones que ayudan a China a desarrollar tecnologías adecuadas para la seguridad interna, como la vigilancia, inteligencia artificial y biogenética. En uno de los muchos ejemplos, una empresa con sede en Massachusetts vendió equipos de muestreo de ADN que han ayudado al gobierno chino a rastrear a los uigures en Xinjiang. (Las empresas que colaboran a sabiendas con los esfuerzos de China para reprimir a su propio pueblo o crear capacidades militares amenazantes deberían ser sancionadas.
  • Muchas empresas chinas implicadas directa o indirectamente en violaciones de los derechos humanos y de los tratados internacionales cotizan en las bolsas de EUA. Esas empresas se benefician de los inversores norteamericanos y otros en Occidente. Un control más estricto de los mercados de capitales de Estados Unidos, Europa y Japón ayudaría a restringir la complicidad de las empresas y los inversores en la agenda autoritaria de China. Las economías de libre mercado como la nuestra controlan la mayor parte del capital mundial, y tenemos mucha más influencia de la que estamos empleando.
  • Hay que contrarrestar el uso que hace China de las grandes empresas de telecomunicaciones para controlar las redes de comunicación e Internet en el extranjero. Ya no debería haber ninguna discusión sobre la necesidad de defenderse de la empresa tecnológica multinacional Huawei y su papel en el aparato de seguridad chino. En 2019, una serie de investigaciones revelaron pruebas incontrovertibles del grave peligro para la seguridad nacional asociado a una amplia gama de equipos de telecomunicaciones de Huawei. Muchos trabajadores de Huawei son empleados simultáneamente por el Ministerio de Seguridad del Estado de China y el brazo de inteligencia del Ejército Popular de Liberación. Los técnicos de Huawei han utilizado datos celulares interceptados para ayudar a los líderes autocráticos de África a espiar, localizar y silenciar a los opositores políticos. Un área prioritaria para la cooperación multinacional entre sociedades libres debería ser el desarrollo de infraestructuras, en particular las comunicaciones 5G, para formar redes confiables que protejan los datos sensibles y de propiedad.
  • Debemos defendernos de las agencias chinas que coordinan operaciones de influencia en el extranjero, como el Ministerio de Seguridad del Estado, el Departamento de Trabajo del Frente Unido y la Asociación de Estudiantes y Académicos Chinos. Al mismo tiempo, debemos tratar de maximizar las interacciones y experiencias positivas con el pueblo chino. Estados Unidos y otras sociedades libres y abiertas deberían considerar la posibilidad de conceder más visados y ofrecer vías de acceso a la ciudadanía a más chinos, con las debidas garantías. Los chinos que se relacionan con ciudadanos de países libres son los que más probablemente cuestionen las políticas de su gobierno, ya sea desde el extranjero o cuando vuelvan a casa.
  • Estados Unidos y otras naciones libres deberían considerar a las comunidades de expatriados como una ventaja. Los chinos en el extranjero — si están protegidos de la injerencia y espionaje de su gobierno — pueden constituir un importante contrapeso a la propaganda y la desinformación de Pekín. Las investigaciones y expulsiones de los agentes del Ministerio de Seguridad del Estado y de otros agentes deben orientarse no solo a la protección del país objetivo, sino también a la protección de los expatriados chinos dentro del mismo.

Sin una respuesta eficaz por parte de Estados Unidos y otras naciones aliadas, China será aún más agresiva en la promoción de su economía estatista y su modelo político autoritario. Para mí, la visita de Estado a Pekín — y la exposición a la poderosa combinación de inseguridad y ambición de China — reforzó mi creencia de que Estados Unidos y otras naciones no deben seguir adhiriéndose a una visión de China basada principalmente en las aspiraciones occidentales. Si competimos de forma agresiva, tenemos motivos para la confianza. El comportamiento de China está galvanizando la oposición entre los países que no quieren ser Estados vasallos. A nivel interno, el endurecimiento del control también está provocando oposición. La bravura de Li Keqiang y otros funcionarios pueden pretender evocar la idea de China como soberana de «todo lo que hay bajo el cielo», pero muchos bajo el cielo no están, ni deben estar, de acuerdo.


 

El teniente general (retirado) H. R. McMaster, Ejército de EUA, es un exasesor de seguridad nacional de la Casa Blanca y autor de Battlegrounds: The Fight to Defend the Free World y Dereliction of Duty: Lyndon Johnson, Robert McNamara, the Joint Chiefs of Staff, and the Lies That Led to Vietnam.

 

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