Revista Profesional del Ejército de EUA

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(Fecha de publicación original: Military Review Edición Hispanoamericana Enero-Febrero 2009)

Cómo ganar la batalla, pero perder la guerra

Tres maneras distintas de cómo el éxito en el combate promueve el fracaso en la paz

Dr. Christopher E. Housenick

Un vehículo utilizado por combatientes de Al-Qaeda en Irak es destruido por soldados del 1er Batallón de Tropas Especiales, 1er Equipo de Combate de Brigada de la 101ª División Aerotransportada, después que combatientes enemigos atacaron las fuerzas de la coalición al detonar un chaleco suicida, 23 de febrero de 2008.

Las dificultades recientes en los esfuerzos de estabilización y reconstrucción pos conflicto tanto en Afganistán como en Irak contrastan enormemente con los éxitos de sus respectivas operaciones de maniobra de combate. Aunque hay muchas razones para el surgimiento de estos problemas, un motivo aún es menos estudiado—los métodos utilizados en la conducción de operaciones de combate directo. Estos problemas sólo pueden ser aliviados con cambios fundamentales en la doctrina militar de EUA, aumentando así la probabilidad de lograr el éxito en la estabilización de Estados en el período de pos intervención.

Aunque las Fuerzas Armadas (FF.AA.) de EUA siempre han desempeñado un papel en las operaciones de reconstrucción pos conflicto de la Fase IV, los actuales esfuerzos de reconstrucción en tanto Irak como Afganistán han sido paralizados por la inestabilidad. El resurgimiento del Talibán en el sur de Afganistán y el incremento en la producción de opio evocan preguntas sobre la eficacia de los esfuerzos de reconstrucción por parte de EUA y la OTAN en ese país. Los esfuerzos de reconstrucción en Irak fueron interrumpidos muchas veces dado el ambiente de seguridad peligroso e impredecible; la violencia perpetrada por insurgentes, milicias, sectas, terroristas extranjeros y especuladores criminales han hecho insostenible la situación de seguridad en Irak. En un momento dado, el ambiente de seguridad del país se deterioró al punto que más de dos millones de iraquíes huyeron de sus casas y entraron en naciones limítrofes.1

Estos gigantescos desafíos de la fase pos conflicto contrastan mucho con los éxitos obtenidos en las operaciones de maniobra (las operaciones de Fase III) en estas dos guerras. Cuando las fuerzas militares convencionales de EUA comenzaron su campaña en Afganistán en octubre de 2001, el capital del país, Kabul, capituló en sólo dos meses, y la mayoría de las ciudades principales en el país cayeron a fines de año. En la invasión de Irak en el año 2003, el avance y captura de Bagdad se lograron en seis semanas. Las operaciones de maniobra en ambos conflictos eran poderosas, rápidas y decisivas.

No faltan opiniones sobre el porqué la reconstrucción era mucho más difícil que el esperado en Irak y en Afganistán. Algunos críticos señalan las fallas de inteligencia antes de que comenzaran las guerras y durante los esfuerzos de reconstrucción; otros citan las metodologías subdesarrolladas e improvisadas del planeamiento de la reconstrucción pos conflicto, mientras que aún otros culpan a los líderes superiores en los esfuerzos de reconstrucción.2

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¿Es posible que la manera en que las Fuerzas Armadas de EUA conducen la guerra dificulte el logro de resultados pacíficos duraderos?

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Una posible explicación es raramente discutida: la conducción de las operaciones de combate antes del comienzo de la reconstrucción. A menudo, las discusiones sobre las operaciones de las Fases III y IV ocurren en forma relativamente aislada, y suponemos que estas operaciones se realizan independientemente. Sin embargo, estos dos componentes de las acciones militares están entrelazados e interconectados. ¿Es posible que la manera en que las Fuerzas Armadas de EUA conducen la guerra dificulte el logro de resultados pacíficos duraderos?

Pienso que el “modo de guerra norteamericano”, o sea, la doctrina seguida y táctica empleada en las operaciones de la Fase III, crean grandes dificultades y problemas con los que tendríamos lidiar en la Fase IV. Los métodos que son exitosos en la fase de maniobra del conflicto contribuyen directamente a los esfuerzos de reconstrucción cada vez más difíciles.

Causa y efecto

No podemos esperar operaciones fáciles de estabilización en nuestra operaciones militares actuales, en consideración de tres condiciones que, ya sea, estimulábamos o no controlábamos. El uso abrumador de fuerza respaldado por la Doctrina Powell, la selección de la infraestructura estatal como blanco y la presencia de un creciente número de extranjeros crean problemas que continúan y estorban los esfuerzos de reconstrucción. A continuación discutiré cada una de estas consideraciones a su vez.

El uso abrumador de la fuerza militar. Uno de los axiomas más comunes relacionado con la acción militar es usar la fuerza abrumadora para derrotar a un adversario.3 Una directriz generalmente aceptada en el planeamiento de una operación ofensiva es contar con una ventaja a razón de 3 a 1 con respecto a personal en las operaciones de combate y una superioridad numérica aún más alta en las operaciones militares que se realizan en terreno urbano.4 Sin embargo, en la práctica, las FF.AA. de EUA casi siempre comienzan sus ataques con una razón inferior. Al emplear la tecnología avanzada, tales como medios de ataque aéreo de próxima generación y vehículos blindados avanzados, EUA frecuentemente puede compensar por las diferencias en el número de fuerzas.

Esta metodología ha logrado gran éxito en el reciente pasado. Aunque las fuerzas de la coalición sólo fueron ligeramente mayores que las fuerzas militares iraquíes en el año 1991, EUA y sus aliados completamente derrotaron a un Ejército iraquí atrincherado con una campaña aérea de cinco semanas de duración y una ofensiva terrestre de 100 horas. En el año 2003, una coalición invasora compuesta predominantemente por fuerzas norteamericanas y británicas de 263.000 soldados atacó y derrotó a un Ejército iraquí de aproximadamente 375.000 soldados, tomando control de Bagdad en seis semanas. El uso de fuerza abrumadora posibilitó estas difíciles maniobras militares aunque la coalición tenía una clara desventaja numérica.

Aunque derrotas militares espectaculares mediante el uso de enormes cantidades de fuerza son importantes para el éxito de las operaciones de la Fase III así como para la protección de la fuerza, estos tipos de derrotas devastadoras de los adversarios de EUA pueden llevar consecuencias inoportunas y problemáticas una vez que comiencen las operaciones de la Fase IV. El uso aplastante de fuerza puede generar el deseo de venganza o retribución en los adversarios derrotados.5 Hay diversos casos en que la derrota humillante en una guerra sembró las semillas para futuras guerras. Según Robert Harkavy:

El grado o profundidad de la derrota puede ser muy importante para determinar el nivel de humillación resultante. Los árabes en el año 1967 y los iraquíes en 1991 sufrieron derrotas aplastantes y humillantes que causaron la vergüenza duradera. En ambos casos, la fanfarronería antes de la guerra (los enemigos se iban a ahogar en su propia sangre) era seguida por el rendimiento militar parecido a una ópera cómica, extensamente interpretado en todo el mundo como algo equivalente a cobardía que, luego, provocó grandes bochornos.6


Esta forma de relación no se limite al Medio Oriente. Las relaciones contenciosas entre Alemania y Francia durante la era del equilibrio de poder a fines del siglo XIX y las numerosas guerras entre la India y Pakistán demuestran que la derrota en una guerra siembra las semillas del próximo conflicto en términos directos y explícitos, una necesidad psicológica de la restauración de honor del Estado por medio de poderío militar.

Con frecuencia, antiguos enemigos identifican un indicador significativo cuando discuten los daños ocasionados y la pérdida de su honor y respeto—inmensas diferencias en el número de bajas con relación a sus oponentes. Cuando una parte sufre un nivel desproporcional de bajas, a menudo sienten que sus vidas son consideradas menos valiosas e importantes que las vidas de sus adversarios, incrementando así la necesidad de venganza y retribución. Este razonamiento es muy común en las polémicas sobre los conflictos y guerras entre Israel y Palestina.7 El coraje causado por las grandes diferencias entre los números de bajas ha surgido en las actividades militares de EUA. En la guerra del golfo Pérsico del año 1991, murieron más de 25.000 soldados iraquíes, en comparación con sólo 268 soldados norteamericanos. En la Operación Restore Hope en Somalia, murieron 18 soldados en la batalla de Mogadiscio en octubre de 1993, mientras que más de 1.000 somalíes murieron en el combate.8 Estas estadísticas ilustran claramente la gran diferencia que existe entre el número de soldados muertos de EUA y los números de adversarios muertos, y en ambos casos, estas batallas crearon niveles marcados y considerables de hostilidad.

La selección de la infraestructura como blanco en las operaciones de combate. La infraestructura siempre ha sido un componente crucial de las operaciones militares y de seguridad. El Imperio Romano podía mantener el control sobre grandes extensiones de territorio debido a la red vial que había construido en todas partes de Europa y Asia occidental. Los cruceros estratégicos en la ciudad de Gettysburg hicieron la batalla en este lugar un punto crucial de la Guerra Civil de EUA porque el ejército que controlara estos cruceros tuviese mucho más libertad de maniobra en todo el país. En la IIGM los puertos, vías férreas y puentes fueron bombardeados para restringir y cortar las líneas de reabastecimiento y refuerzos de tropas. En la guerra del golfo Pérsico en el año 1991, los aviones de guerra de EUA atacaron los nodos y carreteras principales para que los ejércitos de Saddam Hussein no pudieran coordinar y planificar una campaña defensiva coherente, ni efectuar una retirada, aislándolos, sin orientación alguna y más vulnerables a los ataques por las fuerzas de la coalición.

Aunque es una consideración militar importante y viable de seleccionar, dañar y destruir estos sistemas en las operaciones en la Fase III de un conflicto, estas mismas redes de infraestructura son sistemas cruciales que se necesitan en el estado ocupado en las secuelas de una invasión. Una estación telefónica, que puede ser utilizada para pasar órdenes e informaciones al intentar parar el avance u invasión norteamericano, también puede ser usada para pasar informaciones y órdenes en tiempo de paz desde un gobierno central hasta zonas lejanas de un estado. Un puente que se usa para desplegar tanques también puede ser usado para movilizar camiones cargados con alimentos y otros bienes comerciales en la reconstrucción pos conflicto y en tiempo de paz. Seleccionar estos sistemas como blancos en la guerra priva a todos del uso de los mismos en tiempo de paz.

El problema de fijar como objetivo la infraestructura se destaca en los Balcanes. Cuando la OTAN autorizó e implementó una campaña aérea en contra de Serbia en el año 1995 y luego contra Kosovo en 1999, uno de los blancos principales de estas campañas era la infraestructura de dichos estados. La lógica de estos golpes era interrumpir el flujo de tropas, armas y órdenes para Serbia y Kosovo, así disminuyendo y potencialmente poniendo fin a la limpieza étnica en estas regiones.9 El coste de seleccionar como blanco la infraestructura en estos países aún se está pagando, casi una década después del fin de los conflictos. Numerosos puentes, caminos y túneles aún no han sido reconstruidos, dejando fragmentada la estructura de estos países y el proceso largo de reconstrucción de la infraestructura prolonga la presencia de EUA en la región.

Agravando estos problemas se encuentra el estado disminuido y mermado, en términos generales, de los sistemas en muchos de los países destrozados por el conflicto. Si se desintegra y el enfoque principal del gobierno central es la supervivencia estatal, los fondos y esfuerzos para mantener o construir la infraestructura llegan a ser casi inexistentes. Este problema es más agudo en los estados que habían sido sometidos a guerras civiles a largo plazo, tales como Haití, Liberia, Sierra Leona, Somalia y Sudán. Como mínimo, la infraestructura en estos estados está descuidada, siendo mucho más común que estos sistemas importantes sean completamente desatendidos por un largo período (tal vez por décadas).

La fachada y pórtico dañados del cuartel general del Partido Baaz tras bombardeos en la Zona Internacional, Bagdad, Irak, 23 de noviembre de 2003.

La reconstrucción de la Fase IV será mucho más difícil y costosa sin estos sistemas de infraestructura, ya sea si fueron destruidos por las operaciones de combate o por años de negligencia del gobierno. La distribución de materiales en áreas remotas sin caminos o puentes con frecuencia se necesita el uso de helicópteros o lanzamientos desde el aire, cuya operación es más costosa que la de convoyes de camiones. La pérdida de agua potable debido a las operaciones de combate a menudo significa que sistemas costosos de agua necesitan ser entregados a las zonas de reconstrucción, nuevamente requiriendo mucho tiempo y fondos. Coordinar las operaciones de la Fase IV en todo el país sin contar con un sistema telefónico utilizable será considerablemente más difícil de que si hubiera un sistema vigente. Reconstruir una infraestructura destruida exige muchos fondos que podrían ser mejor invertiddos en otros sectores, y prolonga de forma considerable la participación de EUA en la reconstrucción pos conflicto.

Combatientes no nativos en las zonas de conflicto. La presencia de combatientes y personal de apoyo extranjeros operando contra EUA en las zonas de combate debe ser una preocupación creciente tanto para los planificadores militares como los formuladores de políticas. Muchas veces, presumimos que la fuerza invasora combatirá y pacificará los nativos del estado donde está “estacionada”, y sólo tendrá que lidiar con los ciudadanos de este país, pero es peligroso presumir que la población y fuerzas militares de un país objetivo consiste en sola una nacionalidad. Actualmente, hay un mayor número de extranjeros en estados donde se planean intervenciones militares. En términos generales, existen dos tipos de extranjeros cuyo número incrementa y que podrían ser participantes en las operaciones de combate directas en contra de EUA: combatientes extranjeros y empleados de empresas militares privadas (EMP).

En cualquier conflicto internacional, el ruido de la guerra atrae un número de extranjeros. Sean mercenarios en búsqueda de lucro o belicistas que buscan el combate por la sed de sangre, cuando surgen conflictos y guerras existe un encanto apreciable al combate por algunos extranjeros para actuar como soldados y combatientes. Esta tendencia ha sido más obvia y prevaleciente en varios conflictos en el Medio Oriente en las últimas tres décadas. Cuando la Unión Soviética invadió a Afganistán en el año 1980, había una gran afluencia de combatientes extranjeros a las filas de los muyajedines afganos. Cuando estalló la guerra civil en el Líbano en el año 1983, muchos combatientes extranjeros entraron en tropel en es este estado para luchar contra cualquier parte que consideraron desagradables, y continúan esta tendencia hasta la actualidad. Este mismo problema se ha presentado en Irak. Extranjeros de Afganistán, Egipto, Irán, Irak, Pakistán, Arabia Saudita y Siria han entrado las zonas de combate en estos tres conflictos. Esta tendencia no es fenómeno aislado en el Medio Oriente; también es prevaleciente en el escenario mundial. En las guerras civiles e interestatales en África Occidental, guerrilleros de la República Democrática del Congo, Ruanda y Uganda se entremezclaron y operaron fuera de sus respectivas fronteras nacionales.

Aunque los extranjeros constituyen una fuente de problemas, no son la única presencia extranjera en los actuales campos de batalla que pueden complicar las operaciones militares. Las empresas militares privadas también son cada vez más empleadas por todos los Estados en el sistema internacional. Más de 160 países contrataron alguna forma de empresa militar privada para ayudar a proporcionar servicios para promover la seguridad estatal.10 Muchas de estas empresas no tienen bases ni sedes en EUA, y algunas operan simultáneamente en múltiples países. El aumento internacional en el empleo de estas empresas eleva la probabilidad de que las fuerzas de intervención de EUA u otras encontrarían los ciudadanos de un tercer estado en tiempo de guerra.11

Después de detectar la presencia de algunos combatientes de Al-Qaeda en Irak (AQI) que huyeron del área, un helicóptero OH-58 Kiowa efectúa un sobrevuelo de seguridad para los soldados del 1er Batallón de Tropas Especiales, 1er Equipo de Combate de Brigada de la 101ª División Aerotransportada, mientras que detienen operarios de AQI, 23 de febrero de 2008

Los combatientes extranjeros de cualquier origen crean desafíos adicionales para cualquier fuerza militar en las operaciones tanto de la Fase III como la Fase IV. Estos combatientes frecuentemente operan fuera de una cadena estandarizada que se halla en una fuerza militar oficial. Puesto que estas tropas operan fuera de una estructura formal de mando, es mucho más difícil (casi imposible) poner fin a sus actividades violentas cuando se hace o establece un cese de fuego o acuerdo de paz. Pueden continuar a luchar basado en sus inclinaciones ideológicas u obligaciones contractuales, en lugar de respetar las condiciones de un acuerdo de cese de fuego.

Además de eso, los combatientes extranjeros en una zona de combate pueden causar desafíos diplomáticos y potencialmente pueden dar comienzo a otras crisis. La presencia de extranjeros en cualquier zona de combate, ya sea si son combatientes activos o no, puede generar tensiones e incidentes internacionales. El bombardeo accidental de la embajada de China en Belgrado en los ataques aéreos en Serbia creó tensiones diplomáticas apreciables entre EUA y China en este conflicto, aunque aquellos funcionarios no participaron en ninguna forma en el mismo. Si un grupo de extranjeros toman armas contra las FF.AA. de EUA, la captura o muerte de estos extranjeros podrían generar una crisis diplomática a gran escala o aún militar con su país de origen.

Políticas recomendadas

Aunque es importante identificar cuáles acciones de la Fase III hacen difícil las operaciones en la Fase IV, no es suficiente sólo criticarlas; es de igual importancia establecer directrices y recomendaciones para el planeamiento futuro. Algunos notarán que los cambios presentados en este artículo a menudo son propuestas tanto políticas como militares. Dado que las FF.AA. constituyen el instrumento que lleva a cabo las operaciones de combate, ya estarán posicionadas cuando comiencen los esfuerzos de reconstrucción. La rapidez de las restauraciones y reparaciones de las antiguas zonas de combate es primordial; los primero 60 á 90 días son cruciales en las operaciones de Fase IV. Las organizaciones civiles, aunque bastante útiles, pueden no llegar en el momento oportuno para ayudar en este período crucial. Por lo tanto, las FF.AA. deben estar preparadas para ser la organización de vanguardia en diversos asuntos por varios meses para incrementar la probabilidad de lograr el éxito en el período pos conflicto.

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Debe ser una prioridad para los futuros planificadores militares identificar un terreno neutral entre la necesidad de usar el poderío militar aplastante para poner un fin rápido a las guerras y la necesidad de los enemigos derrotados de “salvar las apariencias”.

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Mitigar la humillación y la necesidad de venganza. Debe ser una prioridad para los futuros planificadores militares identificar un terreno neutral entre la necesidad de usar el poderío militar aplastante para poner un fin rápido a las guerras y la necesidad de los enemigos derrotados de “salvar las apariencias”. Si una fuerza militar es derrotada de forma tan abrumadora hasta el punto de ser humillada, sus integrantes estarán más dispuestos a considerar el terrorismo, la insurgencia y la guerra de guerrillas como remedio para restaurar su pérdida de honor y reputación. Si la fuerza puede ser derrotada de modo que preserve algún nivel de dignidad y honor, debe estar menos dispuesto a restaurar su reputación por medio de los métodos antes mencionados. Incorporar esta consideración en el planeamiento táctico, operativo y estratégico no es una tarea fácil, siendo tal vez la recomendación más perjudicial de este artículo. La protección de la fuerza es una de las consideraciones más importantes para un comandante militar. No obstante, dejar intacto el honor de un adversario es una consideración esencial que debe ser discutida y realizada en la estabilización pos conflicto.

Las guerras llegan a ser más letales tanto para soldados como civiles. La guerra ilimitada se lleva a más víctimas entre todos los afectados, desde los soldados que entablan la guerra hasta las poblaciones civiles inmersas en el conflicto. Todas las bajas sufridas en las operaciones de maniobra o en la reconstrucción pos conflicto, ya sea civiles o militares, deliberadas o accidentales, hace alguien más dispuesto a decidir apoyar o aliarse con una insurgencia. EUA debe asumir un papel de liderazgo mundial en el trabajo de la reducción de bajas, tanto militares como civiles, en todos los conflictos alrededor del mundo. Debe ser una meta de política de EUA hacer la expresión estéril y fría de “daños colaterales” un término que pertenece al pasado. La “protección humana”—una política de preservar la vida de tanto civiles extranjeros como militares enemigos—deben ser en pie de igualdad con la protección de la fuerza para disminuir los peligros a la población en las zonas de conflicto y reducir y eliminar las motivaciones por tomar armas contra soldados de EUA en los ambiente pos conflictos.

Una manera en la cual las FF.AA. de EUA pueden comenzar a promover este punto de vista sería enfocando mucha más la atención en el creciente desarrollo y despliegue de tecnologías no letales de efecto en masa. Algunos avances tecnológicos recientes han hecho estos instrumentos aún más viables e importantes de lo que eran sólo hace algunos años. Los megáfonos parabólicos y microondas concentradas pueden pacificar una multitud sin causar daños permanentes, disminuyendo así las bajas. Estos sistemas de armas han dado resultados prometedores en Irak y en otros lugares. Deben ser ampliamente distribuidos y utilizados en la reconstrucción pos conflicto, y los planificadores doctrinales deben comenzar a incorporar su empleo en las operaciones de Fase III.

La selección de blancos, reconstrucción y expansión de la infraestructura. EUA debe cambiar su metodología de atacar la infraestructura en la Fase III y la Fase IV. Futuras campañas no pueden dejar un país en ruinas como lo que ocurrió en Serbia o Kosovo. Continuar con esta metodología prolongará los compromisos pos guerra, aumentará radicalmente los costes económicos de la reconstrucción y, por lo tanto, necesitará una presencia militar más larga en las iniciativas de reconstrucción. Una parte de la solución de este problema ya comienza a cobrar forma con la llegada e importancia creciente de la “selección de blancos basado en efectos.”12 En lugar de dañar y destruir la infraestructura en su totalidad, los planificadores militares concentran sus labores en identificar las conexiones y puntos cruciales en donde se puede lograr el efecto máximo con un mínimo de daños, así haciendo los esfuerzos de reconstrucción pos guerra. Aunque éste es un importante cambio inicial de metodología, está lejos de ser suficiente, y necesitan ser incorporadas nuevas directrices de política estandarizadas en las operaciones de Fase IV para incrementar la probabilidad de lograr el éxito una vez que haya cesado el fuego.

Debe formar parte del planeamiento militar estandarizado en las operaciones de Fase IV que todos los elementos dañados de la infraestructura deben ser restaurados a sus condiciones de pre-conflicto dentro de 60 días después de la conclusión de las operaciones de combate de gran escala. Si los sistemas básicos de infraestructura se reparan en un período muy corto, será un mínimo de inconveniencia para la población civil y la estructura social y económica será rápidamente restaurada, minimizando así el desplazamiento social que estimula la toma de armas en contra de EUA.

Aunque es importante reparar los daños causados en una invasión, frecuentemente, no es suficiente para promover la salud y el bienestar de un estado a largo plazo. Los planificadores tanto militares como civiles deben considerar y decidir, en las etapas de planeamiento y preparación pre-combate, el grado al cual necesitarán mejorar y elevar la infraestructura de un estado sujeto a posible intervención militar superior a las capacidades pre-guerra o pre-intervención. La infraestructura es fundamental para la operación y funcionamiento de todos los estados, y la mayoría de los que son potenciales objetivos para una intervención carecen de sistemas adecuados de infraestructura para funcionar. Solamente con mejoras en estos sistemas en todas partes de un país pueden echar raíces las iniciativas de reconstrucción estatal que promoverá una sociedad estable a largo plazo capaz de gobernarse y defenderse sin apoyo externo. Antes de que estalle un conflicto, los planificadores militares y civiles deben examinar y formular de manera sistemática para mejorar la capacidad de la infraestructura de un estado a fin de garantizar la operación duradera y exitosa en el período pos conflicto.

Aislar y minimizar combatientes externos en las zonas de conflicto. Es imposible eliminar la posibilidad de que los extranjeros mueran en una intervención militar. No obstante, el planeamiento militar adecuado puede asegurar que este problema no se empeore a medida que se desarrollan el conflicto y la fase pos reconstrucción. Un objetivo crucial en cualquier intervención futura debe ser el de controlar la infiltración ilícita en todas las fronteras del estado invadido para disminuir la influencia de combatientes extranjeros. Permitir un flujo ilimitado de terroristas y extremistas en un país sería muy peligroso. Muchos de estos son soldados y combatientes bien entrenados y diestros, llevando su experiencia peligrosa para usarla en contra de fuerzas de EUA. Al restringir el acceso en las fronteras, limitamos la amenaza de los combatientes extranjeros y no permitimos que la situación se empeore. Aunque aún estarían presentes algunos combatientes extranjeros en la zona de combate, cuando las fronteras son bloqueadas el número de estos no incrementará y exacerbará los problemas de reconstrucción pos conflicto.

Con respecto a las empresa militares privadas, hay un menor número de soluciones disponibles. Muchas de estas empresas serían disuadidas de apoyar los gobiernos directamente opuestos a EUA, puesto que nada afecta al margen de beneficios que una derrota militar total. Existen muy pocos escenarios peores para esas empresas que oponer y combatir en forma abierta contras las FF.AA. de EUA. Sin embargo, la disuasión tal vez puede ser insuficiente. Recolectar informaciones sobre estas empresas y los papeles que desempañan debe ser una tarea relativamente sencilla y pública que usa fuentes abiertas de investigación puesto que estas empresas operan en el mundo empresarial y legalista. Con estas informaciones, EUA podría asegurar que todas las empresas militares privadas hayan sido notificadas que potencialmente están en línea de fuego en una intervención militar, al hacerla una práctica estandarizada de emitir avisos y advertencias tanto a las oficinas corporativas de estas empresas como a los países donde han establecido un cuartel general corporativo. Cuando es claro que la EUA tiene planes de invadir, la mayoría de empresas evacuará el país objetivo de una intervención.

Integrantes del Cuerpo de Infantería de Marina de EUA participan en entrenamiento antidisturbios en la base aérea de Al Asad en Irak, 23 de diciembre de 2007. En el entrenamiento, los participantes aprenden a neutralizar manifestantes agresivos con el uso de tácticas no letales en caso de una manifestación en la base.

Conclusiones

En general, las actuales prácticas militares no tienen rivales en la conducción exitosa de la guerra. No obstante, los problemas que parecen haber atormentado las iniciativas de reconstrucción pos conflicto en los últimos seis años eclipsan un tanto este historial de éxito. Esforzarse por modificar las técnicas de combate puede mitigar algunos de los problemas de la reconstrucción pos conflicto. Las FF.AA. tendrán que desempeñar el papel de liderazgo en la iniciativa de disminuir y minimizar el número de bajas, la destrucción de sistemas de infraestructura estatal y el número e influencia de combatientes extranjeros en las zonas de combate. Si EUA puede lograr el éxito en esta iniciativa, incrementará el éxito a largo plazo de la reconstrucción pos conflicto.


Notas

  1. Sudarsan Raghvan, “War in Iraq Propelling a Massive Migration.” Washington Post, 4 de febrero de 2007, A01; y Associated Press, “Report: 1 Million Iraqis May Flee in ‘07.” Washington Post Online viernes, 16 de febrero de 2007.
  2. Algunos libros que han contribuido a estas discusiones son: Thomas E. Ricks, Fiasco (Nueva York: Penguin Books, 2006); Michael R. Gordon y General Bernard E. Trainor, Cobra II: The Inside Story of the Invasion and Occupation of Iraq (Nueva York: Pantheon Books, 2006); Bob Woodward, State of Denial (Nueva York: Simon and Schuster, 2006); y Rajiv Chandrasekaran, Imperial Life in the Emerald City: Inside Iraq’s Green Zone (Nueva York: Knopf Publishing, 2006).
  3. La Doctrina Powell es la que mejor capta el uso de fuerza abrumadora. Para leer más de los orígenes de la Doctrina Powell, véase Jeffrey Record, Making War, Thinking History: Munich, Vietnam, and Presidential Uses of Force from Korea to Kosovo (Annapolis, Maryland: Naval Institute Press, 2002); y Kenneth J. Campbell “Once Burned, Twice Cautious: Explaining the Weinberger—Powell Doctrine,” Armed Forces and Society tomo 24 (1998): págs. 357-74.
  4. Timothy L. Thomas “The Battle for Grozny: Deadly Classroom for Urban Combat.” Parameters 29 (1999): págs. 87-102.
  5. Robert Harkavy, “Defeat, National Humiliation, and the Revenge Motif in International Politics,” International Politics tomo 37 (septiembre de 2000): págs. 345-68.
  6. Ibíd, pág. 361.
  7. Assaf Moghadam, “Palestinian Suicide Terrorism in the Second Intifada: Motivations and Organizational Aspects”, Studies in Conflict and Terrorism tomo 26 (2003): págs. 65-92.
  8. Las estadísticas sobre bajas provienen de dos series de datos de proyecto Correlates of War: la serie de datos “Interstate War Participant” y la serie de datos “Militarized interstate Dispute”. Ambos están disponibles en http://correlatesofwar.org/.
  9. Andrew J. Bacevich y Eliot A. Cohen, Editores, War Over Kosovo (Nueva York: Columbia University Press, 2001); Benjamin S. Lambeth, NATO’s Air War for Kosovo (Santa Mónica, California: Rand, 2001); y Stephen T. Hosmer, Why Milosevic Decided to Settle When He Did (Santa Mónica, California: Rand, 2001).
  10. P.W. Singer ha escrito ampliamente de este tema. Sus obras incluyen Corporate Warriors: The Rise of the Privatized Military Industry (Cornel University Press 2004), “Peacekeepers, Inc.” (en Policy Review tomo 119, junio-julio de 2003), “Outsourcing War” (en Foreign Affairs tomo 84, marzo-abril de 2005) y “War, Profits, and the Vacuum of Law: Privatized Military Firms and International Law” (en Colombia Journal of Transnational Law 2004).
  11. Cabe destacar que todavía no ha ocurrido este tipo de encuentro entre EUA y una empresa militar privada. Sin embargo, con la utilización cada vez mayor de estas empresas por tantos países, aumenta la posibilidad de que las fuerzas de EUA combatirán contratistas militares de una empresa militar privada en un futuro próximo.
  12. Ward Thomas, “Victory by Duress: Civilian Infrastructure as a Target in Air Campaigns.” Security Studies tomo 15 (ene-mar de 2006).

Christopher Housenick es profesor adjunto de la Universidad American en Washington, D.C. Su interés en la política militar norteamericana comenzó mucho antes de recibir su Doctorado de la Universidad Estatal de Pensilvania en el año 2005. De 1992 a 1996, fue soldado de infantería de la 82ª División Aerotransportada (1/325AIR), donde alcanzó el grado de cabo.

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