Caballería en Camiones de un Cuarto de Tonelada (Jeeps)
Capitán de Artillería de Campaña James P. Barry
Según los reglamentos, la caballería se compone de unidades montadas, motorizadas, o mecanizadas, que gozan de gran movilidad. La caballería montada ha vuelto a destacarse de modo especial en esta guerra; las hazañas de la caballería mecanizada son bastante bien conocidas; pero, ¿qué hay de la caballería motorizada?
En la guerra de máquinas de motor, las funciones tradicionales de la caballería han sido desempeñadas por distintas unidades. Las mecanizadas se encargan de hacer los reconocimientos. El fuego, la maniobra y el choque de la carga incumben a las fuerzas blindadas. Restan varias misiones que aparentemente siempre caen en manos de cualquiera que esté desocupado y que posea algún vehículo. Estas son: la infiltración, la persecución, las maniobras de cerco, el acoso y la irrupción. En terreno apropiado para las fuerzas blindadas y motorizadas es tan rápido el movimiento, y puede ser que abarque una superficie tan vasta, que resulte imposible el uso de la caballería montada. Por lo general, en semejantes condiciones se suele emplear la infantería, ya sea ésta blindada o motorizada, a veces con resultados provechosos; pero la infantería transportada en vehículos de media oruga (half-track) o en camiones de 2 ½ toneladas es con relación a la caballería legítimamente motorizada, lo que la infantería montada en carretas sería con relación a la caballería montada, es decir: la flexibilidad y la movilidad se reducen considerablemente. La caballería mecanizada se presta poco para operaciones de esta índole porque, al dejar atrás los vehículos blindados, los cuales poseen muy poca movilidad a campo traviesa y se divisan con demasiada facilidad para llevar a cabo la mayoría de estas misiones, el número restante de efectivos para combate queda seriamente reducido.
Una decisión mediocre y ejecutada oportunamente es mejor que la más excelente ejecutada muy tarde.
—De un artículo en la revista militar polaca Bellona.
Probablemente lo que más se asemeja a la caballería motorizada hoy día, es el pelotón de informaciones y exploración del regimiento de infantería que consiste de veinticuatro fusileros transportados en siete vehículos de un cuarto de tonelada. Este pelotón está organizado para desempeñar una de las misiones de la caballería, la de exploración, y es demasiado débil para librar muchos combates, pero una tropa compuesta de estos pelotones, aumentada por un personal adicional y con más armas automáticas, sería capaz de combatir con el ahinco necesario para causarle muchos desvelos a un comandante enemigo. Dondequiera que los caminos fuesen viables, podrían infiltrarse, reunirse detrás de las líneas enemigas y darle una penosa sorpresa. Un escuadrón de este tipo de caballería, debidamente entrenado y armado, sería una unidad admirablemente preparada para desempeñar un papel parecido al de los batallones rusos de destructores de tanques. Sin duda, constituiría un problema serio para un enemigo en retirada, acosando su retaguardia y sus flancos.
La destreza de un escuadrón de esta índole le permitiría aparecer inesperadamente, hacer sus estragos y dispersarse antes de que el enemigo pudiese concentrar sus fuerzas sobre él, a la vez que el control por la radio le permitiría al comandante reunirlo nuevamente según las exigencias del caso. En otras situaciones podría aparecer súbitamente, atrincherarse y sostener una posición hasta que fuese revelado.
Para alcanzar la máxima eficiencia, estos escuadrones deberían recibir un entrenamiento parecido al de los comandos y de las unidades paracaidistas, y deberían estar en igualdad de condiciones en cuanto a la proporción de armas por hombre. Serían una especie de comandos motorizados en vez de anfibios o aerotransportados pero, una vez que llegaran al campo de batalla, sus tácticas serían casi iguales a las de esas otras unidades, salvo que la unidad de caballería tendría una movilidad mucho más grande. Cada hombre debería estar entrenado en el uso de varias armas para que, de acuerdo con la situación, pudiese desempeñar el papel de fusilero o de cañonero, y disparar los morteros o cualquier otra arma. Al igual de cualquier otra unidad de irrupción, debería gozar de un exceso de armas. El escuadrón necesitaría dicho exceso para obtener el carácter de flexibilidad que se le quiere imprimir: a veces pelearía como unidad de fusileros de infantería, a veces se atrincheraría detrás de una cortina de fuego de morteros o armas automáticas y en otros casos atacaría a boca de jarro con fusiles ametralladoras.
No hay cosa que moleste más a un soldado que una orden mal dada, mal entendida, y que lo haga marchar más de lo necesario.
—Capitán Elzéar Blaze en Recuerdos de un Oficial del Ejército de Napoleón.
Las armas pesadas —ametralladoras pesadas, morteros de 60 y 81 mm y los «bazukas»— así como sus municiones, se pueden transportar fácilmente en los vehículos de un cuarto de tonelada o en carros remolcados. Los cañones remolcados de 37 mm tal vez serían útiles, no tanto contra los tanques sino contra efectivos enemigos, disparando proyectiles de explosión instantánea o de fragmentación. Las ametralladoras ligeras serían eficaces montadas en vehículos o emplazadas en tierra y las armas automáticas de peso ligero, diseñadas para el uso de las tropas aerotransportadas, ofrecen un gran surtido a escoger para las unidades motorizadas. Nuestras tropas de caballería motorizada serían diestras en el manejo de los distintos artefactos de demolición, en sembrar y en desenterrar minas, trabajos ya harto bien conocidos por sus hermanos de la caballería mecanizada. También se les enseñarían los métodos fundamentales para corregir el fuego de la artillería de manera que, mientras estuviesen al amparo de nuestra artillería, pudieran contar con su apoyo.
Aunque la misión primordial de estos escuadrones sería de combate, también tendrían gran valor empleados como unidades de reconocimiento cuando fuese necesario pelear para obtener información. Así pues, en el transcurso de cualquier operación, se ocuparían continuamente de recoger información que nadie más estaría capacitado para conseguir, y por lo tanto se les debería proporcionar cantidad suficiente de radios de gran alcance para que estén siempre en condiciones de transmitirla a los cuarteles generales superiores.
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