Military Review Edición Hispanoamericana Revista Profesional del Ejército de Estados Unidos

 

Descargo de responsabilidad editorial: En todas sus publicaciones y productos, Military Review presenta información profesional. Sin embargo, las opiniones expresadas en ella son las de los autores y no son necesariamente las de Army University, el Departamento del Ejército o cualquier otra agencia del gobierno de EUA.


Tercer Trimestre 2023

Atormentados por el fantasma de ClausewitzMacArthur 2018 1st

El papel de las fuerzas morales en el colapso de las fuerzas armadas afganas

J. B. Potter

 

Descargar PDF depuy

 

Foto

La falta de recursos en Afganistán era mucho más profunda y amplia de lo que yo pensaba. No se trataba solo de las tropas. Era intelectual, estratégica, física y culturalmente.

—Almirante Michael Mullen

 

Con Occidente mirando al este, a Ucrania, la guerra de Afganistán parece un episodio del pasado lejano. Aunque sean un recuerdo desvanecido, las escenas caóticas de afganos desesperados arremolinando aviones en la pista del aeropuerto de Kabul no tienen ni un año y medio desde que ocurrieron. Nueve meses después de la retirada de Estados Unidos, en mayo de 2022, el inspector general especial para la reconstrucción de Afganistán (SIGAR) publicó un informe provisional para el Congreso de EUA sobre las Fuerzas Nacionales de Defensa y Seguridad Afganas (ANDSF). Titulado Collapse of the Afghan National Defense and Security Forces: An Assessment of the Factors That Led to Its Demise, este documento de setenta páginas concluye que «a menos que el gobierno de Estados Unidos comprenda y dé cuenta de lo que salió mal, por qué salió mal y cómo salió mal en Afganistán, es probable que repita los mismos errores en el siguiente conflicto»1. Para aprender de su experiencia de veinte años en Afganistán, el Ejército de EUA debería consultar a uno de los más antiguos amigos de su profesión, el general prusiano y teórico militar Carl von Clausewitz (1780-1831).

Adelantando a su tiempo, Clausewitz percibió que los campos de batalla están determinados por fuerzas morales intangibles. Como estudio de caso de esta idea esencialmente clausewitziana, el final de la guerra de Afganistán demuestra que el éxito de las operaciones militares y de los esfuerzos de desarrollo nacional debe alcanzar un equilibrio entre dos planteamientos: la guerra como ciencia y la guerra como arte. Al favorecer el primero sobre el segundo, la estrategia estadounidense en el Hindu Kush generó un importante punto ciego que los talibanes no tardaron en explotar cuando las tropas estadounidenses se retiraron. Dado que el arte de la guerra es el punto central de sus escritos, Clausewitz ofrece una perspectiva que con demasiada frecuencia se descuidó en las políticas estadounidenses hacia Afganistán.

Foto

El nombre de Clausewitz es sinónimo de su obra magna publicada póstumamente, la obra en ocho partes Sobre la guerra (Vom Kriege). Este tomo se reduce con frecuencia a su máxima más famosa: «La guerra es simplemente la continuación de la política mediante otros medios»2. Este adagio eclipsa otras ideas del primer capítulo del primer libro que son esenciales para la teoría de la guerra del prusiano. En los primeros párrafos, por ejemplo, Clausewitz define la guerra como «un acto de violencia para obligar al enemigo a hacer nuestra voluntad»3. Con las voluntades en conflicto como base de su razonamiento, luego afirma que cualquier teoría de la guerra, para tener aplicaciones en el mundo real, «debe considerar también el elemento humano»4. Puesto que «el arte de la guerra trata con fuerzas vivas y morales» —es decir, actores humanos dinámicos con voluntades que crecen y decrecen—, Clausewitz admite que «nunca se puede alcanzar la absolutización y la certeza»5. Esta advertencia no solo rechaza las nociones excesivamente racionales de la guerra, sino que también revela el eje de Sobre la guerra. Para Clausewitz, las fuerzas morales son el je ne sais quoi y la condición esencial de la guerra, una combinación de factores físicos y psicológicos que son todo menos estáticos.

El sello del arte de la guerra, las fuerzas morales no encajan claramente en una concepción científica de la guerra, que tiene su mejor ejemplo en el contemporáneo de Clausewitz, el soldado de origen suizo convertido en general francés y ruso Antoine-Henri Jomini (1779-1869). Aunque admitía libremente que la guerra es, en parte, un arte, Jomini tendía a analizarla científicamente. En contraste con la concepción de Clausewitz del conflicto armado como un fenómeno físico y psíquico, la perspectiva prescriptiva de Jomini es mucho más cuantitativa y materialista. Para él, la guerra es un juego de números. Este planteamiento de la guerra basado en los datos se refleja en su escritura y en la elección de palabras, en el lenguaje cargado de geometría que utiliza para dar a la logística un lugar privilegiado en la guerra. Las fuerzas armadas de EUA, que no son ajenas a la ingeniería de impresionantes hazañas organizacionales en todo el mundo, operan de acuerdo con doctrinas que son inequívocamente jominianas. No es de extrañar que el desarrollo nacional en Afganistán haya encontrado sus expresiones más claras en formas jominianas, como el apoyo financiero, el mantenimiento de equipamiento y la infraestructura física. Alentada por este apoyo, las ANDSF parecían buenas sobre el papel, pero acabaron plegándose como un tigre de papel. Este giro inesperado de los acontecimientos se produjo en parte porque, a lo largo de dos décadas, los responsables políticos con mentalidad matemática fueron perdiendo de vista lo que no podían ver: las fuerzas morales.

Al adoptar un planteamiento demasiado científico de la guerra en Afganistán, los estrategas estadounidenses no prestaron suficiente atención a las fuerzas morales que son fundamentales en el arte de la guerra. Clausewitz reitera este punto en el tercer capítulo del tercer libro, donde considera los moralischen Größen (factores morales) entre los «objetos más importantes de la guerra», «los espíritus que penetran todo el elemento de la guerra y que se alinean con la voluntad»6. A pesar del peso que tienen las fuerzas morales, seguirles la pista no es tarea fácil. Son, por su propia naturaleza, incalculables; no pueden «ponerse en números ni en categorías»7. A diferencia de las tropas, armas y suministros, las fuerzas morales no pueden contarse objetivamente. En su lugar, deben medirse subjetivamente observando cómo interactúan la mente y la materia. La relación entre el cuerpo y el alma ocupa un lugar destacado en Sobre la guerra porque permitió a Clausewitz trazar los cambios sísmicos en la geopolítica que experimentó durante la plenitud de su vida y un capítulo oscuro en la historia de su patria.

Las fuerzas morales aparecen en los escritos de Clausewitz porque animaron la década de dominio de Francia en las Guerras Napoleónicas (1803-1813). Aunque contaba con numerosas ventajas materiales, la coalición que se oponía a Francia se vio confundida por la brillantez de Napoleón en el campo de batalla. Clausewitz discernió que en este éxito había algo más que una hábil maniobra y asignación de recursos. La Revolución había desencadenado una transformación psíquica en la sociedad francesa mediante la introducción de nuevas fuerzas morales como el servicio militar obligatorio anclado en el nacionalismo. Con un nuevo propósito nacional, el pueblo obtuvo una mayor participación en su destino político al tomar las armas. Al aprovechar una reserva emocional de fervor patriótico, los franceses obtuvieron una ventaja que marcó la diferencia en un campo de batalla tras otro. Como mente militar previsora, Clausewitz abogó por reformas sociales similares, como la entonces controvertida creación de una milicia popular8. Este cambio y otros prepararon mentalmente a la gente en tierras alemanas para resistir físicamente a los franceses tras la Convención de Tauroggen, un momento revolucionario en la historia prusiana que Clausewitz orquestó durante las secuelas de la desastrosa invasión de Rusia por Napoleón9.

En una variación clausewitziana sobre un tema cartesiano, el cuarto capítulo del cuarto libro esboza las dimensiones física y psicológica de las fuerzas morales. La pérdida de las primeras, en forma de «hombres, caballos y armas», va de la mano de la pérdida de las segundas, que incluyen «el orden, el coraje, la confianza, la cohesión y la planificación»10. Aunque las bajas físicas son «difíciles de estimar» durante el combate, el fragor de la batalla deja al descubierto los estados mentales de los soldados11. El «terreno perdido», por ejemplo, «es una vara para medir las fuerzas morales perdidas»12.

Foto

A juzgar por el criterio de Clausewitz, la retirada física de las tropas de EUA de Afganistán coincidió con una conmoción psíquica en un sistema de mando y control que todavía no podía funcionar sin la participación de Estados Unidos, como lo expresa el informe del SIGAR, «en parte porque Estados Unidos diseñó las ANDSF como un espejo de las fuerzas estadounidenses»13. Aunque las fuerzas armadas afganas podían resistir a los talibanes, dependían de los intendentes y pagadores estadounidenses para el apoyo logístico y financiero. Como declara Jonathan Schroden en su artículo publicado por War on the Rocks, «Si bien las fuerzas afganas habían estado llevando a cabo la mayor parte de los combates durante años antes de la retirada de EUA, las fuerzas estadounidenses habían estado realizando casi toda la gestión y el apoyo entre bastidores de esas fuerzas»14. La gestión y el apoyo son, por supuesto, parte de la ciencia de la guerra, no del arte. El hecho de que lo primero no se traduce necesariamente en lo segundo se hizo evidente para los frustrados líderes estadounidenses al ver cómo las ANDSF se deterioraban en cuestión de días.

Tras el colapso de las fuerzas armadas afganas en dos semanas, los líderes estadounidenses se apresuraron a considerarlas demasiado débiles. En su discurso del 16 de agosto de 2021, el presidente Joseph Biden enumeró las inversiones físicas de Estados Unidos en Afganistán. «Hemos gastado más de un billón de dólares. Entrenamos y equipamos a una fuerza militar afgana de unos 300 000 efectivos... Les dimos todas las herramientas que podían necesitar. Pagamos sus sueldos y nos encargamos del mantenimiento de su fuerza aérea»15. Inmediatamente después de esta letanía logística jominiana, giró hacia el núcleo incorpóreo del pensamiento clausewitziano y retrató a los afganos como no lo suficientemente patrióticos. «Las tropas estadounidenses no pueden ni deben luchar en una guerra y morir en una guerra en la que las fuerzas afganas no están dispuestas a luchar por sí mismas... Les dimos todas las oportunidades para determinar su propio futuro. Lo que no pudimos proporcionarles fue la voluntad de luchar por ese futuro»16.

El teniente general retirado del Ejército de EUA Douglas Lute, que fue viceconsejero de seguridad nacional para Iraq y Afganistán antes de convertirse en embajador de Estados Unidos ante la OTAN, se hizo eco de las declaraciones de Biden y evocó a Clausewitz en su análisis del colapso de las fuerzas armadas afganas. En un informe de la Associated Press del 16 de agosto de 2021, se le citó diciendo que «El principio de la guerra se mantiene—los factores morales dominan los factores materiales... La moral, la disciplina, el liderazgo y la cohesión de la unidad son más decisivos que el número de fuerzas y equipamiento. Como fuerzas extranjeras en Afganistán, podemos proporcionar material, pero solo los afganos pueden proporcionar los factores morales intangibles»17. Inseparable de estos factores morales, como dijo Lute en una entrevista con la CNBC al día siguiente, es «la voluntad de luchar»18.

Culpar a las víctimas por su falta de voluntad distrae de una verdad más amplia con mil caras. Schroden señala con razón que «El fracaso de las fuerzas de Afganistán tuvo muchos padres, que abarcan los líderes políticos y militares de Estados Unidos, sus socios de la coalición, Afganistán y los talibanes»19. Entre estos actores, el Talibán merece ser mencionado en el contexto de las fuerzas morales. Por encima de todo, este movimiento militante conocía el terreno físico y figurado mejor que Estados Unidos. Al jugar el juego largo durante dos décadas, se benefició de las fuerzas morales que acompañan a la lucha de una guerra defensiva. Alimentados por el fundamentalismo dirigido contra una nación a la que podían tachar fácilmente de ocupante extranjero, los talibanes esperaron su momento hasta que un cambio de mentalidad en Washington provocó la retirada de las tropas estadounidenses de Kabul.

La administración de Trump dio prioridad a una estrategia de salida en febrero de 2020, cuando firmó un acuerdo que los talibanes acogieron con satisfacción. Durante el año y medio siguiente, la organización aprovechó al máximo las nuevas reglas de enfrentamiento del acuerdo, llevando a cabo «una campaña eficaz que aisló —tanto física como psicológicamente— a las fuerzas de las ANDSF y minó su voluntad de luchar»20. Esta línea Clausewitziana del informe del SIGAR, que habla de la comprensión intuitiva de las fuerzas morales por parte de los talibanes, subraya el fracaso de los responsables políticos estadounidenses a la hora de tenerlas en cuenta. Este descuido se debió a un planteamiento demasiado científico, que no previó las consecuencias psíquicas generadas por la repentina retirada de las tropas estadounidenses.

Foto

Como demuestra la velocidad vertiginosa de la toma del poder por parte de los talibanes, Estados Unidos era la piedra angular de la seguridad en Afganistán, un dedo extranjero en un dique fallido. Schroden recuerda a los lectores que «las fuerzas de seguridad afganas llevaban años fracasando lentamente como institución y el gobierno afgano había ido perdiendo terreno ante los talibanes»21. La ausencia de botas físicas sobre el terreno dejó zapatos psicológicos demasiado grandes para que las autoridades afganas los llenaran. Al retirarse apresuradamente, Estados Unidos creó una situación que no inspiró al afgano común y corriente a tomar las armas. Como se resume en la conclusión del informe del SIGAR, las «ANDSF, junto con los afganos de todo el país, se sintieron», en una palabra, «abandonados»22. Con afganos cansados de la guerra y obligados a valerse por sí mismos tras años de apoyo estadounidense, el deseo de resistir a los talibanes se desapareció de forma comprensible.

La desintegración de las ANDSF puede interpretarse también como una desconexión entre el valor local y las convicciones importadas. Al fin y al cabo, es difícil culpar a los militares afganos por no tener el valor de las convicciones americanas, las cuales son en gran medida conceptos ajenos a una sociedad en la que el parentesco y la etnia conforman la identidad política más que cualquier ideal nacional o democrático. Por esta razón en particular, los talibanes lograron resistir, a pesar de los mejores esfuerzos del Ejército de EUA. El entrenamiento físico de las tropas afganas para marchar y disparar fue un reto, pero Estados Unidos y sus socios de la coalición estuvieron a la altura. En cambio, convencer al pueblo afgano de que arriesgara su vida por la República Islámica de Afganistán, un estado títere tan corrupto económicamente como ineficaz políticamente, fue un esfuerzo de Sísifo.

Tal y como se alude en el párrafo inicial del informe del SIGAR, esta combinación corrosiva mermó la moral de las ANDSF. Entre la malversación de fondos por parte de algunos líderes y el hecho de que muchos de los soldados rasos recibieran pagos irregulares durante años, los soldados rasos tenían cada vez menos incentivos para luchar23. El peligro claro y presente de que los talibanes tomaran represalias contra sus familias les dio una razón más para no disparar. La falta de pago y la amenaza de venganza hicieron que cualquier ventaja material de las tropas afganas proporcionada por las fuerzas armadas de EUA quedara en última instancia sin efecto porque los afganos estaban, en definitiva, desarmados psicológicamente. Esta interacción entre los factores tangibles e intangibles se resume sucintamente en la discusión de Clausewitz sobre la estrategia. Como afirma al principio del tercer libro de Sobre la guerra, «las relaciones de las cosas materiales son muy sencillas; es más difícil captar las fuerzas psicológicas en juego»24.

La incapacidad de los responsables políticos de Estados Unidos para comprender suficientemente la importancia de las fuerzas morales en Afganistán constituye un fracaso de la imaginación, una frase que se hizo famosa por las conclusiones de la Comisión del 11 de septiembre. Con esta idea como telón de fondo del conflicto de dos décadas, la conclusión de la participación estadounidense en Afganistán puso de manifiesto un punto ciego en la visión predominante de la guerra en Estados Unidos. En la mente de muchos estadounidenses, la guerra es más bien un asunto jominiano. Se mide en vidas perdidas y en dólares gastados. Entender la guerra en estos términos corresponde a una necesidad humana de cuantificar el sacrificio, de demostrar un nivel de dedicación a una causa mayor. Sin embargo, como deja claro Clausewitz, los hombres y el material solo cuentan una parte de la historia. Las fuerzas morales intangibles cuentan el resto porque explican por qué los soldados luchan o se rinden.

En última instancia, si las futuras operaciones militares de Estados Unidos acompañadas del desarrollo nacional han de transformar los sueños de democracia en la realidad de una república, la sangre y el tesoro estadounidenses no deberían gastarse en el extranjero a menos que puedan traducirse en un compromiso cívico y una determinación defensiva entre las personas a las que Estados Unidos pretende ayudar. Ignorar estas fuerzas morales es convertir al Ejército de EUA en la columna vertebral política de un gobierno incipiente que no puede sostenerse por sí mismo. Esta es la lección más duradera de la guerra de Afganistán. Los líderes estadounidenses harían bien en tenerla en cuenta, por no hablar de las perdurables ideas de Clausewitz, la próxima vez que se planteen poner soldados en peligro.

Nota bene: Todas las traducciones del alemán son del autor.


Notas

 

  • Epígrafe. Bob Woodward, Obama’s Wars (New York: Simon & Schuster, 2011), 118.
  1. John F. Sopko, Collapse of the Afghan National Defense and Security Forces: An Assessment of the Factors That Led to Its Demise, SIGAR 22-22-IP Evaluation Report (Arlington, VA: Special Inspector General for Afghanistan Reconstruction [SIGAR], mayo de 2022), 39, accedido 22 de agosto de 2022, https://www.sigar.mil/pdf/evaluations/SIGAR-22-22-IP.pdf.
  2. Carl von Clausewitz, Vom Kriege [Sobre la guerra] (Augsburg, DE: bibliotheca Augustana, 2010), 15, accedido 22 de agosto de 2022, https://www.clausewitz-gesellschaft.de/wp-content/uploads/2014/12/VomKriege-a4.pdf.
  3. Ibid., 3.
  4. Ibid., 14.
  5. Ibid.
  6. Ibid., 101.
  7. Ibid.
  8. Wolf Kittler, «Host Nations: Carl von Clausewitz and the New U.S. Army/Marine Corps Field Manual, FM 3-24, MCWP 3-33.5, Counterinsurgency» en Enlightened War: German Theories and Cultures of Warfare from Frederick the Great to Clausewitz, ed. Elisabeth Krimmer y Patricia Anne Simpson (Rochester: Camden House, 2011), 288.
  9. Ibid., 298–99.
  10. Clausewitz, Vom Kriege, 140.
  11. Ibid.
  12. Ibid., 155.
  13. Sopko, Collapse of the Afghan National Defense and Security Forces, i.
  14. Jonathan Schroden, «Who Is to Blame for the Collapse of Afghanistan’s Security Forces?», War on the Rocks, 24 de mayo de 2022, accedido 13 de julio de 2022, https://warontherocks.com/2022/05/who-is-to-blame-for-the-collapse-of-afghanistans-security-forces/.
  15. Joe Biden, «Remarks by President Biden on Afghanistan», The White House Briefing Room, 16 de agosto de 2021, accedido 13 de julio de 2022, https://www.whitehouse.gov/briefing-room/speeches-remarks/2021/08/16/remarks-by-president-biden-on-afghanistan/.
  16. Ibid.
  17. Robert Burns, «Billions Spent on Afghan Army Ultimately Benefited Taliban», Associated Press, 16 de agosto de 2021, accedido 13 de julio de 2022, https://apnews.com/article/joe-biden-army-taliban-185017ba2944eb43392a0ad8ffffb25f.
  18. Douglas Lute, «One Thing We Could Not Give the Afghan Army Was the Will to Fight, Says Retired Lt. Gen.», CNBC, 16 de agosto de 2021, accedido 13 de julio de 2022, https://www.cnbc.com/video/2021/08/16/one-thing-we-could-not-give-the-afghan-army-was-the-will-to-fight-says-retired-lt-gen.html.
  19. Schroden, «Who Is to Blame».
  20. Sopko, Collapse of the Afghan National Defense and Security Forces, 20.
  21. Schroden, «Who Is to Blame».
  22. Sopko, Collapse of the Afghan National Defense and Security Forces, 39.
  23. Jad Sleiman, «IG: US Can’t Verify How Money for Afghan Troop Salaries Is Being Spent», Stars and Stripes (sitio web), 29 de abril de 2015, accedido 13 de julio de 2022, https://www.stripes.com/news/ig-us-can-t-verify-how-money-for-afghan-troop-salaries-is-being-spent-1.343037.
  24. Clausewitz, Vom Kriege, 96.
 

J. B. Potter es estudiante de posgrado en la Universidad de Georgetown, en Washington, D.C. Estudió Historia y Alemán en el Hampden-Sydney College y luego fue asistente de enseñanza de Inglés con la beca Fulbright y trabajó como traductor en Maguncia, Alemania, donde obtuvo una maestría en Alemán a través de la Escuela C.V. Starr del Middlebury College en la Universidad Johannes Gutenberg. Tras su estancia en el extranjero, enseñó alemán y fue entrenador de tenis en escuelas secundarias de Virginia. Su artículo sobre el honor y las justificaciones de la violencia en la película bélica australiana de 1980 Breaker Morant fue publicado por Small Wars & Insurgencies en julio de 2022.

 

Volver al inicio